Es indudable la relación que existe entre la alimentación y nuestras emociones. Es por esto que siempre que deseemos iniciar cambios de hábitos alimenticios debemos identificar hasta qué grado afectan las emociones en nuestra alimentación y si ocurre con mucha frecuencia el comer por ansiedad sin sentir “hambre real” o hambre fisiológica (a esto es a lo que se le conoce con el término de “hambre emocional”).
El hambre emocional se caracteriza por:
- Una fuerte necesidad de comer sin sentir hambre fisiológica, por lo general de una manera impulsiva e incontrolada.
- Sentimiento de culpa, esto sucede porque aún después de comer sigue presente esa sensación de vacío.
- La sensación o creencia de que comiendo se puede estar o sentirse mejor. Antes de comer sin sentir hambre real existe esa sensación de que la comida podrá resolver la situación o problema que se atraviesa; sin embargo después de comer sigue presente o empeora el malestar emocional.
El hambre emocional no surge por causas biológicas sino de la respuesta a alguna carencia interna relacionada con motivos emocionales como
ansiedad, depresión, aburrimiento, tristeza o algún otro problema presente.
Para tratar el hambre emocional se requiere un trabajo multidisciplinar de especialistas, ya que como primer punto se tiene que atender lo que está ocasionando insatisfacción o sensación de vacío, es decir, se debe identificar el origen del problema.
El apoyo nutricional juega un papel importante, ya que el nutriólogo(a) prepara un plan que permite organizar tiempos de comida, horarios; así como la aportación de conocimiento en cuanto a porciones.
Otro punto sumamente importante es la eliminación de alimentos con alto contenido de azúcares, grasas saturadas y alimentos procesados, pues son son alimentos que no aportan saciedad. Contrario a esto, se debe aumentar el consumo de alimentos con alto aporte nutrimental y fibra. Además de complementar con actividad física y establecer horarios de sueño.
Como conclusión se debe tener presente que es necesario conocer el trasfondo que lleva a esta conducta, de tal manera que se resuelva de raíz y así dejar de perseguir un sentimiento de mejora y bienestar por el hecho de comer.