Más allá del conteo calórico
El envejecimiento es el resultado de la acumulación de una gran variedad de daños moleculares y celulares a lo largo del tiempo, lo que lleva a un descenso gradual de las capacidades físicas y mentales, así como a un mayor riesgo de enfermedad.
En muchas ocasiones, la atención relacionada con una buena nutrición en el adulto mayor gira en torno a modificar las calorías y macronutrimentos. Sin embargo, aunque esto es necesario, puede resultar insuficiente para el reto de un envejecimiento saludable.
Para lograr un enfoque adaptativo, es importante tener presentes los cambios fisiológicos del envejecimiento que alteran la nutrición. Con la edad, ocurren transformaciones en la composición corporal, la función gastrointestinal, la regulación hormonal y la percepción sensorial:
- Sarcopenia. Disminución progresiva de masa y fuerza muscular.
- Anorexia del envejecimiento. Pérdida fisiológica del apetito, vinculada a factores hormonales, así como a problemas dentales, farmacoterapia y depresión.
- Alteración en la absorción intestinal. Disminución de secreciones gástricas y enzimas digestivas, afectando la biodisponibilidad de micronutrimentos esenciales como vitamina B12, hierro y calcio.
Dichos cambios no solo afectan la ingesta, sino la utilización y aprovechamiento de los nutrimentos, provocando una alta probabilidad de malnutrición, incluso en personas que sigan un plan de nutrición aparentemente adecuado.
Según la ESPEN (Sociedad Europea de Nutrición Clínica y Metabolismo), la malnutrición afecta hasta al 60% de los adultos mayores hospitalizados. Un bajo consumo de proteínas de alta calidad, vitamina D, antioxidantes y omega-3 se ha relacionado con una mayor prevalencia de fragilidad y deterioro cognitivo.
La idea de lograr un enfoque integral en cuanto nutrición en el paciente geriátrico implica no solo sobrevivir, sino mantener autonomía y calidad de vida. Por ello como puntos principales se debe priorizar una ingesta mínima de 1.0 a 1.2 g/kg/día en adultos mayores sanos, y hasta 1.5 g/kg/día en presencia de enfermedades crónicas o sarcopenia, en cuanto suplementación se puede indicar de acuerdo a niveles en sangre, enfatizando en vitamina D, calcio, omega 3.
Además, es fundamental adaptar los alimentos a las capacidades orales y gustativas, y poner atención en la cantidad de agua consumida para no caer en el riesgo de una deshidratación silenciosa. A nivel psicosocial, fomentar espacios de convivencia, mantener horarios y un entorno agradable para comer, así como tomar en cuenta los gustos y elecciones de alimentos.
La nutrición en el paciente geriátrico debe convertirse en una intervención terapéutica que impacta directamente la calidad de vida. Y para ello, el especialista en nutrición es clave.
Fuentes
Organización Mundial de la Salud. (2024). Envejecimiento y salud. Recuperado de: www.who.int
Bauer, J., Morley, J. E., Schols, A. M. (2023). Recomendaciones basadas en evidencia para una ingesta óptima de proteínas en personas mayores: documento de posición del Grupo de Estudio PROT-AGE. Journal of the American Medical Directors Association. Recuperado de: doi.org
Volkert, D., Beck, A. M. (2024). Guía ESPEN sobre nutrición clínica e hidratación en geriatría. Clinical Nutrition. Recuperado de: doi.org