Cada vez se vuelve más frecuente escuchar en las noticias los sucesos más relevantes en materia de conflictos armados. Y, aunque por suerte territorialmente podemos estar lejos de ellos, mentalmente nos bombardean día a día con más y más información que nos permite elaborar juicios, e incluso tomar partido.

Es sabido que las afectaciones sanitarias de una guerra son innumerables, los hospitales se vuelven un blanco fácil y la saturación en los servicios de salud es indescriptible, incluso sobreviviendo, las afectaciones al comportamiento psicológico y social, que van acompañadas de ansiedad, neurosis y depresión son incalculables.

Las poblaciones se exponen a un grado de tensión máxima, con sus consecuentes afectaciones a la salud mental. Pero, ¿es posible que las guerras que ocurren a miles de kilómetros de nosotros, lleguen a afectar nuestra salud?

Pandemia, crisis económica y ahora guerra. Los medios de comunicación y las redes sociales nos hacen vivir la guerra de cerca, donde es prácticamente imposible escapar de las imágenes que nos hacen sentir más cerca realidades que están lejos.

El impacto social es enorme, pero el individual dependerá de la resiliencia de cada persona, y es distinto dependiendo de la franja de edad. Mientras los adultos mayores tienen mayor capacidad de afrontamiento y consiguen hacer frente a las noticias de mejor manera, incluso trivializarlas como mecanismo de defensa, los adultos jóvenes sufren un poco más, sobre todo aquellos que tienen hijos, pensando en el impacto sobre el mundo en el que crecerán sus pequeños.

Lamentablemente los jóvenes son los más afectados. Sin entender algunas veces las causas, no son ajenos y siguen la actualidad a través de redes sociales, saben que muchas personas inocentes mueren y sufren por ello.

Se han estudiado síntomas como cefalea, dermatitis, problemas intestinales, ansiedad, fatiga y estrés, por el hecho de escuchar noticias de guerra, aun cuando esta ocurre a miles de kilómetros de distancia e incluso sin probabilidad de afectación territorial.

También es cierto que una guerra puede ayudarnos en cierta medida a relativizar nuestros problemas, pero es solo la salud mental y las habilidades de cada individuo las que determinarán su impacto.

Dejaré esta pregunta a su sano juicio: tras una pandemia, tasas importantes de desempleo, crisis económicas y políticas internacionales, ¿estamos demasiado desgastados para pensar en más dramas, o por el contrario, las noticias constantes nos permiten relativizar nuestros propios problemas cotidianos?

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