El minimalismo, término acuñado por primera vez por Richard Wollheim en 1965, se refiere a todo aquello que es reducido a lo esencial, surgiendo como una corriente artística, y es a finales de los 80 que nace la moda minimalista con un carácter simple y tonalidades lisas.

Este estilo de vida se aplica a todos los aspectos de la vida diaria, desde la moda y otros productos que consumimos, hasta a las relaciones personales que tenemos. La persona minimalista tiene consciencia de un menor consumismo e intenta reducir su huella ecológica.

En la moda, el minimalismo supone no tener que dedicar mucho tiempo a vestirnos, tener un armario cápsula, una selección de prendas con lo mínimo y más versátil para cada temporada. La moda minimalista sigue principios del estilo minimalista arquitectónico, donde encontramos figuras geométricas con finas líneas que puedan aportar elegancia a cualquier outfit.

El estilo minimalista experimenta con las formas, la simetría con los volúmenes, dando a todas las prendas una mezcla perfecta de un diseño auténtico junto con una comodidad auténtica.

Por otro lado, la gama de los colores minimalistas es neutro, por lo que suele ser más versátil para combinar prendas y así tener un armario más reducido. Predominan las tonalidades de colores monocromáticos como el blanco, negro, beige, gris, azul marino y coral.

Además, encontramos muchas formas geométricas redondas y ovaladas con cortes rectos o plisados, prendas modernas y de una impecable limpieza estética, su función: minimizar el diseño y ser cómodas, sin crear un aspecto recargado.

Todas las prendas de este estilo tienen un carácter serio y elegante, y lo mismo te servirán para ir a un bar que para la oficina, mientras que mantienes un estilo personal. En la moda encontramos diseñadores que han aplicado estos principios de arquitectura como Issey Miyake, Yohji Yamamoto y Rei Kawakubo, mientras que en la arquitectura tenemos la aportación de Pierre Balmain, Rem Koolhaas y Zaha Hadid al mundo de la moda.

Tanto los diseñadores de moda como los arquitectos, crean espacios para que el cuerpo tenga movimiento y libertad. Ambas disciplinas potencian el diseño y la belleza impactando en la estética.

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