La confianza y el cumplimiento de la palabra

Si te has preguntado para qué existen los contratos y las leyes, desde siempre ha existido la necesidad de alinear y regular los comportamientos de los grupos hacia el bien común y con un sentido de justicia, aunque en ocasiones y bajo ciertas circunstancias, el concepto de justicia no es claro.

Un día escuché una historia sobre un padre que regañaba a sus hijas porque peleaban por la última naranja que quedaba en casa, por lo que entró a mediar la situación para evitar una injusticia y decidió que partiría la naranja en dos partes iguales, una para cada hija. Al entregarles su mitad, ambas mostraron decepción, ya que una deseaba la cáscara y la otra solo quería el jugo.

Con el ejemplo anterior, nos damos cuenta de que las relaciones humanas están basadas en la comunicación y los acuerdos que beneficien a todas las partes, es decir, que sean ganar-ganar. Sin embargo, en ocasiones, nos perdemos la oportunidad de preguntar al otro lo que desea y negociar asertivamente.

Los acuerdos pueden ser explícitos cuando se hablan y quedan claros, pero también pueden ser implícitos cuando repetimos conductas y estas ya son esperadas por los demás. De hecho, cuando dejamos de hacerlas, se nos reclama por ello, como si hubiera un acuerdo, que en realidad sí lo hay, pero nunca fue hablado. Debemos tener mucho cuidado con las conductas que tenemos y las cosas que admitimos por no hablarlas a tiempo.

La integridad es algo que se gana con la consistencia de acciones, ya que cuando los demás nos ven como seres humanos íntegros, nos convertimos en personas confiables que atraen a los demás. Por otro lado, la confianza que nos ganamos es a través de la autodisciplina para cumplir nuestras promesas, siendo esta la parte difícil de los acuerdos, pero es lo que nos da la integridad.

Otro tema que quiero rescatar en este artículo, es el de la conciencia social, que cuando la tenemos, no solo vemos por nosotros mismos sino por el bien común y así los conflictos desaparecen, sobre todo el conflicto de intereses.

Por último, quiero compartir que lo mejor sería que la mayoría de las personas tuviéramos muy arraigados estos conceptos, entonces los contratos y las reglas no tendrían mucho sentido, ya que todos actuaríamos desde la ética con convicción y con autodisciplina para cumplir con nuestra palabra.

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