Tener una adecuada relación con la comida no es algo que se logre de la noche a la mañana, lleva detrás un trabajo basado en la constancia y la paciencia, igual que trabajar en la relación con la pareja o la familia.
En este sentido, es importante comprender que nuestra relación con la comida no tiene nada que ver con el tipo de dieta que seguimos, ni con la calidad de los alimentos que ingerimos, es más bien cómo y por qué elegimos los alimentos que consumimos.
La comida no cubre solo nuestras necesidades fisiológicas, además es una forma de socializar y lleva implícita una carga cultural y emocional considerable. Actualmente, sabemos que la alimentación guarda un estrecho vínculo con la salud emocional y los sentimientos, por lo que para construir una relación saludable hay que tener en cuenta lo siguiente:
- No hay reglas rígidas: al restringir las cantidades de alimento o la variedad de ellos, se crean sentimientos de hambre, prohibición y ansiedad alrededor de la comida. Si tienes hambre, tienes permiso para comer, siempre cuidando de manejarnos con responsabilidad y no con culpa.
- La alimentación es un acto consciente: este concepto se ha convertido en la clave para mejorar la relación con la comida y tiene que ver con estar presente en el momento que comemos, sin distractores, para tener en cuenta las experiencias que se asocian a la comida como el sabor, la textura, las señales de saciedad y el cómo nos hace sentir ese alimento.
- Si el problema no es el hambre, la solución no es la comida: somos la única especie que come para tratar de cambiar su estado de ánimo, pero la realidad es que no solo no sirve, sino que puede hacernos sentir peor. Muchas personas comen como respuesta a alguna emoción que tratan de evitar o para enmascarar sus emociones.
Una relación saludable con la comida se basa en comer para satisfacer tus necesidades de gusto, mente y cuerpo. Escucha a tu cuerpo y aliméntalo desde el amor propio, no desde la autodestrucción y el autosabotaje.