En el mundo de la arquitectura, hay arquitectura del exterior, aquella donde el objeto arquitectónico está listo para verse como ofrenda estética en una arquitectura mass-
media, hecha por arquitectos rockstars, que requiere para su difusión de información y conocimientos de mercadotecnia para conformar proyectos esteticistas con un “efecto wow”, como lo dice el arquitecto Mauricio Rocha.
Sin embargo, a su vez hay arquitectura del interior, que es una arquitectura de atmósferas que resuelve los tres imposibles de conocer, que el filósofo Kant menciona: la Muerte, la Naturaleza y el Universo.
Al arquitecto del exterior le encanta tomar de la naturaleza para crecer el ego; los arquitectos del interior lo que toman de la naturaleza se lo regresan al universo y aniquilan el ego, ellos viven en atmósferas metafóricas comprendiendo que la vida es corta y que se requieren vivir intensas experiencias que develen los misterios de la existencia.
Los que hacen esta arquitectura son los sabios arquitectos del discernimiento, como el arquitecto Apolodoro de Damasco autor del Panteón de Agripa o Agorácrito y Fidias del Partenón Griego, Le Corbusier y su Ronchamp, Alberto Campo Baeza y su Museo de la Memoria de Andalucía, entre otros sabios arquitectos.
El arquitecto sabio está situado en una “hermenéutica análoga”, es decir, en una lectura del mundo de la comprensión en proporción, lo que significa ver una arquitectura en virtudes que son la prudencia, virtud que le da a cada acción la proporción que necesita.
Templanza como sentido de proporción y medida en la satisfacción de las necesidades, pensando siempre en los demás; fortaleza, que es dándole al resistir y al atacar, en la lucha por la vida, la proporción que se necesita y la justicia, respetando a cada quien su derecho e igualdad de oportunidades.
El conocimiento requiere concatenar sistemas de información empírica que viene de la experiencia, información teórica que se pueda aplicar y probar, así como información actualizada que nos sitúe en los últimos descubrimientos.
Sin embargo, como dice Campo Baeza: “el que solo sabe de arquitectura ni de arquitectura sabe”. La sabiduría es más que saber y tener información a la mano; el sabio arquitecto humanista de conocimiento universal en filosofía, arte y ciencia requiere además de acertar en diagnósticos a problemas complejos, desarrollar espacios llenos de atmósferas donde se ejercitan las virtudes.
Es así, que la arquitectura en realidad no es un objeto tangible donde se pasa la vida sin “ton ni son”, es un lugar de sabiduría donde se profundiza en la vida como una arquitectura intangible en la que importa el desarrollo de la proporción como virtud.
Por lo tanto, la sabiduría que emana del discernimiento, nace de la petición del rey Salomón, hijo de David, que en vez de pedirle riqueza y poder a su Dios Padre, le pide sabiduría y él, le otorga discernimiento, o sea, la capacidad profunda de distinguir el mal del bien, por lo que un arquitecto sabio es capaz de proyectar atmósferas donde los humanos viven en lo bello y lo justo, provocando una vida plena.