Retos ecológicos ante los avances tecnológicos
Al día de hoy, la inteligencia artificial (IA) se ha convertido en uno de los motores principales de innovación tecnológica. Se estima que podría aumentar el PIB mundial en hasta 15.7 billones de dólares para 2030, según estudios recientes de PwC, sobre la automatización de procesos industriales, el avance en la cadena de productividad y los descubrimientos médicos.
Sus aplicaciones son casi ilimitadas, sin embargo, junto a sus innegables beneficios, surge una preocupación creciente: el impacto ambiental que conlleva su desarrollo y operación.
Un estudio de la Universidad de Massachusetts Amherst reveló que los data centers que soportan tecnologías de IA consumen actualmente alrededor del 1% de la demanda mundial de electricidad y se proyecta que para 2030, este porcentaje podría llegar al 8% si no se toman medidas correctivas.
Además, estos data centers requieren de enfriamiento las 24 horas del día, por lo que empresas como Google, Amazon y Microsoft consumen millones de litros de agua al año. Por ejemplo, una consulta de 30 a 50 preguntas a ChatGPT requiere de aproximadamente medio litro de agua.
Y eso no es todo, la IA depende de hardware especializado, cuya producción exige minerales como el litio y el cobalto, con procesos de extracción altamente contaminantes y socialmente controversiales.
Los principales retos de esta tecnología es hacer uso de energías renovables, por lo que invertir en energía solar y eólica para alimentar los centros de datos, debería ser una prioridad de las empresas, así como las políticas de reciclaje y reutilización de componentes para mejorar el desecho de piezas obsoletas, conocido como e-waste.
En cuanto a la huella de carbono, muchas de las empresas que desarrollan modelos de IA ni siquiera reportan datos a los gobiernos locales, como consecuencia, la opinión pública está ejerciendo presión para que los modelos de IA sean más ligeros y requieran menos energía para su operación. Existen algunos esfuerzos como lo es DistilBERT, un desarrollo de Google, que reduce su tamaño en un 40% frente a su antecesor, siendo un 60% más rápido y manteniendo una precisión del 95% en sus análisis. Todo eso en pro de la eficiencia energética.
La IA es una potencial amenaza para el medio ambiente, por lo que se requiere un enfoque consciente y sostenible para mantener sus operaciones y maximizar sus beneficios en la economía global.