Una buena arquitectura puede ser un provocador de salud, si sus sistemas sustentables, sociales, psicológicos y simbólicos funcionan de modo integral, lo que modificará entornos estresantes, considerando la buena salud como un estado de completo bienestar corporal, mental y psicológico.

La arquitectura bien diseñada considera metabolismos de trabajo, de origen y en reposo, cuidando que la humedad relativa fluctúe en un promedio del 65% con una satisfacción térmica de 20 a 25°C, considerando factores como convección evaporación, conducción y radiación, donde la transpiración y respiración humana al ambiente tiene intercambios con los elementos de la arquitectura.

El patio mexicano proveniente de la fusión del mundo prehispánico y español, ha sido un regulador permanente de dicho confort ambiental. El estanque de agua es organizador de las áreas privadas y públicas, en un eje ordenador que remata con la cocina o la escalera, tanto de viviendas populares como de las clases altas y de edificios públicos.

El patio alberga el jardín local que atraerá a las especies del lugar, construcción del ecosistema local, es a su vez intimidad y refugio de la calle, regulador del ecosistema, espacio de juegos, sueños y tempestades, agua, aire y sol, regulador de temperaturas, provocador de la ventilación cruzada, logrando el bienestar interior en todos los aposentos a su alrededor.

Los edificios inteligentes, cerrados al ambiente sin patios, presentan en sus espacios interiores contaminantes físicos, químicos y orgánicos; entre el hollín, el monóxido de carbono, la materia fecal y los contaminantes químicos de la industria; aunados a espacios sin ventilar e iluminar se llenan de mohos, hongos, virus y bacterias, suspendidos en la atmósfera que provocan la pérdida de los equilibrios biológicos de humanos, fauna y flora.

Las búsquedas de una arquitectura con espacios abiertos ligados al contacto humano, propiciarán un equilibrio donde los factores bióticos y abióticos promuevan el encuentro humano para el espíritu cooperativo y solidario; además del ejercicio físico como hábito permanente en la comprensión de la condición humana, los ciclos de vida, el reto de no dejar huella ecológica, la concientización de una ética planetaria, dejando la sofisticación tecnológica por una arquitectura abierta al diálogo  que puede coadyuvar a recuperar la salud de un paciente y mantener el equilibrio biológico y  su vez “educar” a la resiliencia y la vida plena.