Hace algunos meses entró en vigor una norma que obliga a los fabricantes de alimentos y bebidas envasadas a etiquetar los productos cuyas propiedades sean consideradas excesivas en calorías, sodio, grasas y azúcares. De forma que el consumidor tiene ahora la posibilidad de decidir entre adquirir o no el producto a sabiendas del daño potencial que le puede causar si abusa de su ingesta.

¿Por qué no, así como ya existe este “etiquetado de salud”, exigimos un “etiquetado de sustentabilidad”?

De esta forma podría advertirse al cliente si el producto que está por adquirir es excesivo en emisiones de CO2 equivalentes producto de la quema de combustibles; si es intensivo en el uso de agua o de otros recursos naturales, de madera no renovable, entre otros; si su disposición final puede acarrear un riesgo para el medio ambiente, si no es reciclable, si su proceso es ineficiente, etcétera.

No es una tarea fácil, pues habría en primera instancia, como supongo que se hizo con el etiquetado de alimentos, determinar los indicadores a medir, así como los parámetros para decidir si el producto cumple o no con los mínimos requeridos para no ser etiquetado.

Sin embargo, así como ya asimilamos el “etiquetado de salud”, podríamos rápidamente, con la correcta promoción, ir exigiendo que los diferentes productos contaran con esta condición. Existe ya un ejemplo de esto, y se da en algunos electrodomésticos como los refrigeradores, en los que se puede comparar el consumo estimado anual, así como su nivel de eficiencia.

Hagamos presión entonces para que no solamente la eficiencia energética sea el factor de comparación, sino que podamos de una forma visual y ágil, saber el nivel de sustentabilidad que tiene ese bien que deseamos adquirir analizándolo de forma integral, por sus materiales, proceso de fabricación, logística de distribución, consumo en su vida útil y condiciones de disposición final. ¿Qué les parece?

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