No hay precisión sobre el origen exacto del término “Escudo Fiscal”. Sin embargo, comenzó a popularizarse en la década de 1950 cuando las empresas de países desarrollados enfrentaron altos niveles de impuestos y condiciones económicas que favorecían el acceso al crédito. 

La economía estaba recuperándose de los efectos devastadores de la Segunda Guerra Mundial y la recaudación tributaria era importante para financiar las políticas keynesianas que predominaban en ese momento, lo que representaba un desafío para mejorar el desempeño de las empresas.

Desde entonces, el escudo fiscal se ha convertido en una estrategia empresarial ampliamente utilizada para optimizar el rendimiento y el flujo de efectivo de las empresas. La estrategia combina el diferimiento del pago de impuestos sobre la renta con la maximización del retorno sobre el capital y el flujo de efectivo. 

El escudo se activa cuando se apalanca financieramente un plan de crecimiento, lo que permite reducir la base gravable de impuesto sobre la renta y aumentar el flujo de efectivo a través de la deducción de los intereses pagados por el crédito utilizado para financiar los nuevos proyectos.

Para aprovechar al máximo los descuentos del escudo fiscal, es esencial que los inversionistas/dueños de negocios, así como los ejecutivos-administradores dispongan de un amplio entendimiento de cómo funciona y cómo se aplica a su situación financiera específica. 

Esto incluye una evaluación cuidadosa de las condiciones de mercado, las expectativas de crecimiento, el modelo de negocio con sus implicaciones en el capital de trabajo, las leyes tributarias bajo las que están obligados a tributar y finalmente, las condiciones de financiamiento a las que pueden acceder.

Al realizar dicho análisis, es importante tener en cuenta que hay una relación positiva entre el aumento del apalancamiento y el retorno sobre el capital (ROE), pero también hay una relación inversa con respecto a la solvencia, ya que aumenta el riesgo. Por esta razón, es fundamental que el financiamiento a contratar facilite la maduración de los flujos futuros, lo que implica flexibilidad en el plazo y la forma en que se amortizará el principal.

En un ambiente inflacionario, como el que vivimos en México, el escudo fiscal puede resultar muy atractivo para las empresas que buscan acelerar el aumento de sus ingresos nominales. Al apalancarse financieramente, las empresas aprovechan la pérdida del poder adquisitivo del dinero, lo que reduce en términos reales el servicio de la deuda que tienen contratada, partiendo del supuesto de un costo financiero fijo pero también implica que la empresa tenga el potencial para trasladar al mercado los incrementos de precio.

En esencia, esta estrategia es única para cada empresa y tiene mayor relevancia según se haya planeado la estructura de capital de la compañía así como la calidad de la estrategia tributaria con la que se busca reducir la carga impositiva. 

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