Mujeres creando empresas con impacto social y económico
En una era donde el emprendimiento ya no se mide únicamente por la rentabilidad, sino también por el impacto que genera, las mujeres están redefiniendo el significado del capital. Ya no se trata solo de dinero, sino de propósito.
Desde Guanajuato, hasta las ciudades más remotas de América Latina, está emergiendo una generación de mujeres emprendedoras que no solo están construyendo empresas, sino comunidades resilientes, economías sostenibles y nuevas narrativas de poder.
El capital con propósito es una forma de inversión que va más allá del retorno financiero. Es un modelo que combina rentabilidad con valores, y que se orienta hacia la resolución de problemáticas sociales, ambientales o culturales.
Desde cooperativas de textiles dirigidas por mujeres indígenas hasta startups de tecnología social fundadas por ingenieras mexicanas, el impacto de estas iniciativas no se limita a sus balances financieros. Generan empleos dignos, promueven equidad de género, reducen brechas digitales, reactivan economías locales y transforman mentalidades.
¿Qué tienen en común estas emprendedoras?
- Negocios con causa. No es caridad, es estrategia. Cada producto o servicio tiene una razón de ser social o ambiental.
- Modelos híbridos. Combinan lo mejor del sector privado con la lógica de las organizaciones sociales.
- Redes colaborativas. No compiten, cooperan. Entienden que el crecimiento colectivo es más fuerte que el individual.
- Tecnología con sentido. Usan herramientas digitales no solo para escalar, sino para incluir a quienes han estado históricamente fuera del sistema.
Un claro ejemplo del poder del capital con propósito impulsado por mujeres es Laboratoria, empresa fundada en 2014 por Mariana Costa Checa. Esta iniciativa nació con la misión de transformar la vida de miles de mujeres latinoamericanas a través de una carrera en tecnología. Este proyecto empezó con un piloto de 15 estudiantes en Lima, Perú y desde el 2014 se ha expandido a Chile, México, Brasil, Colombia y Ecuador capacitando a mujeres de contextos vulnerables en habilidades digitales y programación, para luego conectarlas con empleos en el sector tecnológico.
Invertir en mujeres emprendedoras con propósito no es un acto de filantropía, es una estrategia de desarrollo. Diversos estudios y la realidad del día a día ya lo confirman: cuando las mujeres prosperan, las comunidades enteras lo hacen. Y cuando esas mujeres lideran negocios con impacto, el efecto multiplicador es imparable.
Hoy, más que nunca, necesitamos apostar por este tipo de capital. Uno que reconozca que la rentabilidad puede (y debe) convivir con la justicia social, la sostenibilidad y la equidad.