Creando espacios inclusivos y accesibles para una sociedad más justa

El urbanismo y la arquitectura tienen dos caminos. El camino del mundo especulativo, de los mercados inmobiliarios donde la arquitectura es una mercancía y la imagen es mostrar una arquitectura con “poder”, que represente una marca corporativa en la que es muy claro que los inversionistas requieren el retorno del capital. Y el otro camino de un urbanismo colectivo y comunitario, del bienestar social, la búsqueda de equidad y el equilibrio planetario.

Los griegos distinguían el término “frónesis” como proporción, moderación y equilibrio, ligado a sus virtudes de justicia, templanza fortaleza y prudencia, pero puede haber una arquitectura en virtudes donde la justicia se el actor principal, en la que un arquitecto aprende a resistir los embates de un cliente caprichoso y crea estrategias para atacar las ideas de un cliente.

Por tal motivo, el arquitecto requiere de templanza. Así como un cliente con problemas de diabetes, alcoholismo o depresión, te pide un espacio para la “fiesta y el relax”, cuyo eje central de la casa es el bar y la cocina, y en vez de ello se le propone una biblioteca, un gimnasio y un espacio de yoga.

Según Michael Sorkin en “250 cosas que un arquitecto debe saber”, menciona que: “lo que el cliente cree que quiere, no es siempre lo que el cliente necesita, ni lo que puede pagar” , y que si no buscamos dar justicia a su caprichos no siempre será conveniente lo que él puede permitirse.

En realidad, con él hay que trabajar intensamente para dilucidar y deliberar qué es lo que realmente necesita y aquello que lo puede llevar a vivir una vida excelsa en virtudes, practicando la justicia, para que pueda llevar a su cercanos a buen puerto con una arquitectura precisa.

Por ejemplo, un buen diseño para el urbanismo ligado a la justicia social en el diseño de un eco parque o una plaza pública, puede aportar al desarrollo integral de toda la comunidad y los grupos vulnerables.

Los consejos para hacer una arquitectura con justicia social inician con saber deliberar y distinguir lo que puede hacer una arquitectura bien diseñada, donde la equidad y el saber dejar a cada cual lo que les corresponde, conjuntados con el valor de la dignidad social, la comprensión del otro que es diferente a mí.

Así partimos del término que acuñó Humberto Maturana como autopoieses, donde la arquitectura moldea la propia estructura humana y la estructura humana moldea la arquitectura. Esto significa que una buena arquitectura diseñada con un propósito de justicia social, necesita de un arquitecto que alimente en su acción con diversas virtudes.

Por lo que deberá contar además con bancas, árboles y mobiliario con espacio público para ejercitarse, una guardería para madres que trabajan, una cocina económica o comunitaria; un espacio de atención psicológica, de capacitación, recreación artística y cultural. Además de considerar el arreglo y cuidado de una vivienda digna y un barrio seguro, todo ello nos hablaría de un urbanismo situado en la justicia social.

Un buen diseño que tenga la sensatez y que resuelva las problemáticas de todas las clases sociales con un diseño responsable que potencialice las capacidades de mujeres y hombres por igual, desarrollando sus talentos y habilidades y cuidando a grupos vulnerables con capacidades diferentes, reafirmando a su vez los derechos de los niños y de la tercera edad.

Una arquitectura justa situada en los derechos universales. Justicia como equidad, razón consensuada e igualdad en un urbanismo colectivo y comunitario con un diseño arquitectónico democrático anulando el ego y constituyendo una sociedad justa e igualitaria.

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