El plano secuencia: maestría técnica y artística
El cine, dentro de sus múltiples capacidades, tiene la cualidad de moldear los tiempos, los espacios y las perspectivas. En él se pueden condensar los años, brincar entre espacios y reimaginar la historia. La vida, en cambio, es continua: no puede editarse ni borrarse lo realizado. Pero el cine, retomando sus múltiples herramientas y posibilidades, cuenta con uno de los planos más complejos, tanto técnico como artístico: el plano secuencia.
El plano es la unidad fundamental en un filme; es lo que se capta desde que inicia la grabación hasta que se detiene. Por lo tanto, en un plano secuencia no existen cortes ni momentos para intervenir con edición. Esto, además de implicar una dificultad técnica considerable, acerca al cine a la vida misma, donde no hay elipsis, cortes ni tomas alternas.
Películas como Children of Men (2006) de Cuarón, nos presentan planos secuencia memorables, inmersivos y verdaderamente magistrales, que nos sumergen de manera casi presencial en los enfrentamientos que los personajes deben encarar para cumplir su objetivo. En esta misma línea, destaca la secuencia inicial de Athena (2022), del francés Romain Gavras, con casi once minutos ininterrumpidos de disturbios que mantienen la tensión constante y la mirada fija, esperando un respiro visual que parece no llegar nunca.
Los títulos mencionados hacen uso de este recurso en momentos específicos de su metraje. Sin embargo, llevar a cabo una obra completa en plano secuencia es una hazaña que, por cuestiones técnicas, se ha explorado apenas recientemente. Incluso grandes títulos como Birdman (2014) o 1917 (2019) han utilizado la edición para simular continuidad y disimular sus cortes.
Son pocos los títulos que realmente ostentan el plano secuencia en su totalidad. Russian Ark (2002) fue la primera en lograr esta hazaña. También Utøya: July 22 (2018), que recrea un atentado en un campamento juvenil, consiguió esta proeza.
Pero es Adolescence (2025), serie distribuida por Netflix, la obra que más me ha sorprendido. Realizada completamente en plano secuencia a lo largo de sus cuatro episodios, posee un guion, una logística y un portento técnico que me dejaron perplejo, sin mencionar las impresionantes actuaciones.
Es así, que el plano secuencia nos recuerda que el cine puede ser tan continuo e implacable como la vida misma. Y que, al eliminar los cortes, nos lleva sin cortes hacia una narrativa que fluye con intensidad y presencia.