Pequeñas y medianas producciones

Bastante hemos abordado en este espacio sobre el tema del avasallador cine de Hollywood contra las pequeñas producciones que tratan de sobresalir como pequeñas barcas en un mar revuelto dominado por enormes cargueros. Pero la historia del cine ha regalado casos excepcionales, en los que pequeñas apuestas presupuestales han resultado en grandes éxitos de taquilla.

El año 1976 trajo a la pantalla grande un clásico hollywoodense que sin duda marcó un antes y un después en la cultura popular cinematográfica global: Rocky, lanzando al estrellato internacional al antes poco conocido serie B, Sylvester Stallone.

Realizada con un cortísimo presupuesto de apenas un millón de dólares, logró dar varias vueltas a la inversión con sus más de 250 millones recaudados en taquilla. Y esto sin hablar de las secuelas, que han seguido apareciendo hasta bien entrada esta década.

Unos cuantos años antes, Easy Rider (1969) de Dennis Hopper, había logrado ya un hito con un presupuesto que rondaba los 400 mil dólares generando más de 60 millones. Además fue punta de lanza en la revolución creativa del cine norteamericano de la época con grandes directores modernos como Scorsese, Ford Coppola, De Palma, entre otros gigantes que fungieron como la principal inspiración de los realizadores del futuro.

Tal es el caso de Quentin Tarantino y los cineastas de su generación como Robert Rodríguez, quien en 1992 realizara su ópera prima filmada en México con tan solo siete mil dólares, El Mariachi, logrando recaudar más de 280 veces lo invertido con sus dos millones de dólares de recaudación, siendo en sí misma una clase magistral sobre producción cinematográfica de guerrilla.

Pero el mayor valor de estas visiones y apuestas cinematográficas, radica en el hecho indudable de que hicieron voltear las miradas al punto central de la cinematografía: las historias bien contadas.

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