Cuando hablamos de Internet de las Cosas o de Industria 4.0, es frecuente que se relacione a estos conceptos con, valga la redundancia, el sector industrial, y no los vemos tangibles como aplicaciones cotidianas en el sector doméstico. Sin embargo, es cada vez más frecuente que determinados aparatos se encuentren vinculados vía WiFi al teléfono inteligente, o bien, a las bocinas inteligentes tanto para tener una interacción con ellos de forma remota (encendido y apagado), como para automatizarlos y, en determinados casos, obtener información de ellos. Sistemas de iluminación, cerraduras, alarmas, diversos electrodomésticos, así como contactos inteligentes, nos permiten ya una interacción simple y accesible con una gran diversidad de aplicaciones que podemos controlar desde nuestro teléfono.

Del mismo modo, es posible ahora tener al alcance de nuestra mano, en cualquier lugar y momento, el monitoreo de producción de nuestro sistema solar fotovoltaico, el nivel de agua de la cisterna, el porcentaje de llenado del tanque de gas, así como el consumo de agua y energía eléctrica de nuestra casa. Esto puede ayudarnos enormemente a generar y compartir estrategias de ahorro, y con ello, ser, en la medida de lo posible, más sustentables en el sector doméstico.

Este tipo de sistemas de medición debería estar incluido por defecto en la adquisición de cualquier vivienda, y más si se trata de construcción vertical, pues si cada vecino sabe cuánto consume, lo puede comparar con un promedio general y, con un estándar deseable, es factible que sepa en qué áreas es necesario que ahorre, y quienes cuentan con consumos bajos, si así lo desean, pueden compartir sus buenas prácticas para que los demás tengan la posibilidad de implementarlas.

Imaginemos una pantalla en el vestíbulo de un edificio, con los indicadores de consumo totales y promedio de todo el complejo, tanto instantáneos como de los diferentes periodos.

Esto serviría para detectar fugas, así como para que cada propietario o inquilino compare sus propias condiciones con las de los demás, y en asamblea se daría la opción, de forma voluntaria, de socializar las estrategias de ahorro de quienes cuentan con mejores hábitos y estrategias de consumo, generando así, además, comunidad.

Al medir, podemos saber qué es lo que nos duele, y a partir de ahí, es viable tomar medidas de mejora, de otro modo, sabremos que “pagamos mucho”, pero sin saber si es lo adecuado, o si hay forma de ser más eficientes.

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