Riken Yamamoto, ganador del premio Pritzker 2024, apuesta para una arquitectura con una carga eminentemente social, pero dadora de dignidad en el espacio cotidiano, con la finalidad eminente de que el espacio público genere comunidad y contribuya al desarrollo del ser.

Otro arquitecto que en su teoría apostó al desarrollo del bienestar fue Christopher Alexander, con su lenguaje de patrones en la arquitectura, estableciendo la idea de la existencia de un modo intemporal de construir. Con cualidades que no tienen nombre, pero que nos producen sensaciones únicas, nos hacen sentir bien.

A su vez, Peter Zumthor, con la búsqueda de la fuerza emocional de las atmósferas entrenada para provocar un concepto estético explorado por el cuerpo en vivencias emocionales, logrando tensiones entre el interior, el sosiego, el exterior y la seducción.

Steven Holl, con la idea de soledad para una meditación y reflexión en espacios interiores que exalten el ser para que el bienestar del cuerpo y sus sentidos inmersos y Juhani Pallasmaa, con la búsqueda de la intimidad en un juego de la luz establece el tacto sobre la vista, que conforma una doble naturaleza, la de todos los sentidos para construir la atmósfera intelectual ligando la percepción sensorial y entendimiento en un solo acto.

Es ahí en el planteamiento del filósofo Spinoza que cuerpo y espíritu son inseparables, al morir y la resignificación de Nietzsche a la filosofía de la vida y a la exaltación del cuerpo es quien prevalece; así la arquitectura del bienestar establece las experiencias sensibles en los ambientes de cobijo y cuidado llamados atmósferas.

En un mundo del bienestar físico y el desarrollo del ser, la arquitectura será un espacio para sentir, vivir de sus atmósferas, convivir y reflexionar la vida; la integración de la
arquitectura a la naturaleza, a la luz, el agua y el aire constituyen el ambiente adecuado para satisfacer las necesidades biopsicosociales.

Esto a su vez enfocan al “ser ahí” al “ser en el mundo”, en el que cada humano obcecado presiona hacia nuevas posibilidades y que, según Heidegger, con la conciencia de la muerte como posibilidad que imposibilita todas las posibilidades, el humano es constructor de proyectos en las infinitas posibilidades en las que vive; por lo que una buena arquitectura emocional lo construye como humano, en lo que Luis Barragán llamó a la arquitectura como poner en escena la vida, a lo que los griegos llamaran kalokagathia o el arte de construir hombres buenos, justos y bellos en la excelencia.

Los buenos espacios de una arquitectura del bienestar emocional y para “el ser”, proyectan al humano hacia un futuro rico en posibilidades de existencia y provocan la reflexión necesaria en las escenas de la vida para develar significados profundos en el empleo de una semiótica de la interpretación de símbolos que otorgan identidad y calidez emocional.

El mundo del bienestar y del desarrollo del ser es real, es de convivencia cercana, es ajena al mundo virtual del Big Data, donde el “otro” es distinto a mí, con preferencias o mundos culturales diferentes, simplemente no existe y los datos acumulados de nosotros tampoco construyen tramas narrativas que nos ayuden hacer catarsis o reflexiones de nuestra mismidad o de la otredad.

El desarrollo del ser requiere de la sabiduría y ella del tiempo. Labrarse como la tierra, contarse historias, construir memorias y rituales, llevándolos a través de las tradiciones de generación en generación para ponerlos en escena en el espacio público y constituir el bienestar y desarrollo del ser comunitario.