En el imaginario colectivo, pensar en mercadotecnia, más allá de llevarnos a estrategias, mediciones, estadísticas y fríos métodos de investigación, nos remite a la creatividad publicitaria, a grandes slogans, jingles y comerciales de televisión que tenemos grabados en la mente desde la infancia.

Y estas formas narrativas de las grandes campañas que hoy en día nos bombardean los medios masivos, tienen su base en aquella llamada época de oro de la publicidad, los años 50’s y 60’s. La década del 2000 trajo consigo Mad Men una de las series televisivas que se colocaron en la cumbre de la revolución de la televisión, con una historia que volteaba a aquellos idílicos tiempos de la publicidad.

Los años 60’s fueron tiempos convulsos tanto en los Estados Unidos como en el mundo entero,  por lo que la serie gira en torno a ello, en el mundo de glamour de los ejecutivos publicitarios de las grandes agencias de Madison Avenue.

La música, la ambientación y fotografía dan un paseo por el camino de la nostalgia entre nubes de humo de cigarro en cada una de las escenas.

La música, la ambientación y fotografía dan un paseo por el camino de la nostalgia entre nubes de humo de cigarro en cada una de las escenas. Los personajes entretejieron sus historias personales, con la situación sociopolítica como eje de los episodios, el marcado sexismo en los rapaces entornos laborales de las agencias publicitarias, atiborradas de acoso, machismo y alcohol corriendo a raudales en cada reunión.

Don Draper, el personaje principal, es carismático, de personalidad fuerte y embriagante. Bebedor profesional, mujeriego, fumador en cadena. El cínico dueño de cada reunión creativa, de cada pitch ante el cliente, pero también un hombre frágil, un hombre que lo tuvo todo y que, a pesar de eso, no supo ser feliz.

Y tal vez ese sea el gran éxito de la serie, el dejar que el espectador sea por una parte, embaucado por el glamour desenfrenado de sus 

personajes, del toque nostálgico de la época en que se fumaba en los aviones y se bebía en cada reunión, y a la vez confrontado al vernos obligados a observar la serie bajo la óptica de nuestra era contemporánea, haciéndonos preguntar si realmente, como sociedad, hemos logrado los objetivos sociales y la igualdad por los que se luchaba en aquellas décadas.

De si realmente, como consumidores hemos evolucionado, o si simplemente, seguimos dejándonos empujar por las mismas estructuras publicitarias simplemente transformadas a las formas estéticas y narrativas de estos tiempos que consideramos tan avanzados.

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