El videoclip como expresión cinematográfica
¿Qué distingue al cine de productos audiovisuales como TikTok, YouTube, telenovelas o video musical? Todos comunican algo, todos cuentan historias, pero, ¿qué elementos convierten una producción audiovisual en una obra cinematográfica?
En esta ocasión, me gustaría centrarme en el ámbito de los videoclips musicales, un formato donde la innovación ha elevado el quehacer audiovisual de manera significativa. Aunque las redes sociales han marcado tendencias de consumo y escucha, el videoclip sigue siendo un pilar que, personalmente, considero cine debido a su narrativa, estética y calidad técnica.

Un estudio destacado en este campo es CANADA, conocido por su impecable manufactura. Sus producciones, como “Malamente” de Rosalía o “The Less I Know The Better” de Tame Impala, combinan creatividad, diseño de producción y una fotografía impactante que rivaliza con los mejores filmes.
Otro titán de la industria es ICONOCLAST, cuya producción para “Apeshit” de The Carters transformó el Museo del Louvre en un escenario narrativo único, mientras que la explosiva experimentación visual en “Tailor Swif” 1 de A$AP Rocky muestra una innovación constante en el género.
Es aquí donde el papel de dirección se vuelve esencial. Nombres como Romain Gavras son referentes obligados. Con obras como “Gosh” de Jamie XX, “Born Free” de M.I.A. o “Stress” de Justice, Gavras crea imágenes que trascienden el formato del videoclip y lo elevan a un nivel artístico innegable.

Esto nos lleva de regreso a la pregunta inicial. Los ejemplos mencionados evidencian que elementos como la profundidad fotográfica, el diseño de producción, los encuadres, las locaciones y la edición son aspectos fundamentales que justifican estos trabajos como obras cinematográficas.
Los aspectos técnicos son esenciales para lograr una producción de calidad, pero la narrativa y enfoque son igualmente importantes para sobrepasar los clichés del medio.
Un ejemplo que ilustra esto es el videoclip de “Song to Say Goodbye”, dirigido por Philippe Andre para Placebo. En esta obra, un hombre es guiado por un niño a través de su rutina diaria. Aunque su narrativa puede parecer sencilla, alcanza una notable profundidad emocional. Su maestría visual, las actuaciones, el trasfondo y la perfecta sincronía con la letra de la canción lo convierten en un videoclip que refleja el nivel que puede alcanzarse cuando se logra una verdadera unión entre la música y lo visual.
Los videoclips musicales han moldeado, desafiado, redefinido la cultura pop y los límites del cine. Fusionan música y narrativa visual, consolidándolos como una forma legítima de arte cinematográfico.
