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Uno de los personajes más icónicos y representativos de Francia es, sin duda, María Antonieta. Aunque su origen no es francés, pues ella nació en Viena, Austria, es un referente de esta cultura al contraer matrimonio a los catorce años con el futuro Luis XVI de Francia, de dieciséis, heredero de la corona.

Nacida para ser reina, así fue el destino de María Antonieta. Su matrimonio fue meramente un acuerdo para estrechar los lazos de las dos monarquías y frenar los dos siglos de enfrentamientos entre estas.

En la época previa a la llegada de María Antonieta a Francia, prevalecía la moda austera, con colores oscuros, reflejando el rigor impuesto por el abuelo del futuro esposo de esta protagonista, el rey Luis XIV, lo cual cambió tras su muerte. Pero para ese entonces, la corte francesa se regía por una ley de indumentaria que codificaba la forma de vestir para cada ocasión.

Lo anterior quiere decir que la extravagancia en Versalles ya existía antes de la llegada de la joven. Durante su vida en el palacio proliferaban las telas suntuosas como el terciopelo, la seda y los brocados, la silueta femenina adquirió una línea más suelta y vaporosa, pero también más insinuante.

Lo anterior quiere decir que la extravagancia en Versalles ya existía antes de la llegada de la joven. Durante su vida en el palacio proliferaban las telas suntuosas como el terciopelo, la seda y los brocados, la silueta femenina adquirió una línea más suelta y vaporosa, pero también más insinuante.

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El uso del corsé también fue imprescindible para la moda, ya que levantaba el busto de una manera provocativa, pero también ajustaba la cintura dando una silueta más estilizada. Para atarlo, era preciso la ayuda de una sirvienta, lo que evidenciaba que no era de uso para todas las personas, solo para las “más pudientes”.

El vestido más característico y con el que referenciamos a María Antonieta, es el conocido como “vestido a la francesa” que fue introducido por Madame Pompadour en la década de 1740, el cual iba adornado con lazos y volantes, cuellos elevados de terciopelo y adornados con flores o joyas y encajes.

Pese a la idea de extravagancia que la caracterizaba, la reina de Francia gustaba también de usar vestidos informarles, los cuales eran duramente criticados por la sencillez ya que no la hacían parecer una reina, sin embargo, el vestido blanco que utilizaba fue diseñado por ella y con la ayuda de su modista y llegó a ser tan popular con la gente que la criticaba, que se convirtió en uniforme de las revolucionarias.

Algo que no podía faltar en el outfit de la reina, eran los grandes tocados; el sofisticado peinado llamado pouf hecho por su estilista personal, realizado sobre una gran peluca y adornado con muchos accesorios, tanto así que su hermano, José II de Austria, comentó que su peinado – el cuál era muy complicado- era “demasiado ligero para sostener una corona”.

El exceso de extravagancia no solo se reflejaba en sus vestidos, también lo hacía en las fiestas que se daban en el Palacio de Versalles. Bailes de máscaras, juegos de azar y en los laberintos del jardín para atraparse y cazarse como juego, pasteles y más pasteles, y por esto mismo, la famosa frase que se le atribuye pero que realmente, según los historiadores, no dijo, “que coman pastel” cuando le avisaron que el pueblo de Francia no tenía que comer.

La vida de la monarca fue de lo más controversial para ese tiempo, tanto así que fue, ha sido y será un referente de estilo; de haber existido Instagram en esa época, sin duda, sería una influencer con muchísimos seguidores, amada por muchos y envidiada y odiada por otros.

Su influencia es tan actual, que grandes celebridades contemporáneas como Madona y Katy Perry la han imitado y usado como referencia, así como grandes producciones cinematográficas han reflejado su vida.

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