Implicaciones de la inteligencia artificial en el cine.
El desarrollo humano y su inventiva incansable en pos del avance de su especie han llevado al surgimiento de lo que actualmente llamamos “inteligencia artificial”, una tecnología que irrumpe en casi todos los aspectos de nuestra vida, incluido el cine.
Y es que se ha creado un gran debate por su implementación en The Brutalist (2024), filme donde se empleó para desarrollar visualizaciones preliminares de escenografía, además se utilizó un software potenciado por IA para perfeccionar algunos diálogos en húngaro presentes en la obra. La controversia se centra en la opinión dividida de las audiencias sobre si esto es una “trampa” en el proceso interpretativo de los actores Adrien Brody y Felicity Jones.
Sería una hipocresía mayúscula declarar que estoy en contra de su uso o completamente a favor, pero en lo que respecta al proceso creativo estricto, tengo un sesgo marcado por evitarla.
Y es que el arte, en mi opinión, es un ejercicio arraigado al estado de humanidad, inherente a nuestra capacidad de sentir, percibir, pensar y expresarnos. Por lo tanto, el tiempo, el esfuerzo y los procesos cognitivos de creación estarían siendo delegados a un sistema de procesamiento ajeno a lo humano.
Una creación que, aunque sea tangible, visible y apreciable, carece de la inversión de recursos de un ser humano, dejando de ser la obra de alguien para convertirse en el producto de algo.
A pesar de esto, pienso que el cine es un arte que nace con la tecnología y que crece y se expande con sus avances. El acervo de películas que han incluido la IA como herramienta ya es amplio: desde The Irishman, con el procesamiento optimizado para rejuvenecer a sus protagonistas; la serie Obi-Wan Kenobi, recreando la voz de Darth Vader; o Blade Runner 2049, mostrándonos a la actriz Sean Young en su juventud. La IA expande los límites del cine y lo nutre con posibilidades antes inimaginables.


Y ese es el equilibrio que pienso debe existir: uno en el que arte y tecnología se unan para crear obras que impacten a las audiencias, justificando plenamente su uso y ampliando las capacidades de los realizadores para ejecutar su visión. Una herramienta para los creadores, no un sustituto de ellos.
Usemos las herramientas que hemos desarrollado como especie, sin dejar que estas nos consuman a nosotros.
