El tabaco, la planta exótica que Cristóbal Colón llevó por primera vez a Europa y que tantos placeres causó entre la realeza, misma a la que Jean Nicot adjudicó propiedades medicinales en el siglo XVI frente a la reina de Francia y que, muchos años después, fuera distribuida como artículo de primera necesidad entre los soldados de la primera y segunda guerra mundial, ocupa actualmente en nuestra sociedad un deshonroso sitio.
Se le acusa de causar la muerte de alrededor de seis millones de personas cada año a nivel mundial y de provocar un sinnúmero de enfermedades no solo a quienes lo consumen voluntariamente, sino también a aquellos que de forma incidental inhalan el humo que produce su combustión (600 mil personas fallecen anualmente por esta razón).
La información que habla de los efectos nocivos del tabaquismo ha sido tan ampliamente difundida, que sería raro que los 16 millones de fumadores que existen en México la desconocieran. Enfermedades respiratorias, cardiovasculares, cáncer, demencia e impotencia sexual, son solo algunos de los efectos nocivos de este hábito; sin embargo, la industria del cigarro no deja de crecer, ¿qué lo hace tan irresistible? La respuesta está en el efecto de la nicotina sobre cerebro.
En el fumador, el neurotransmisor acetilcolina se une con receptores de nicotina y permiten la liberación de dopamina, activando áreas del cerebro relacionadas con las sensaciones de placer y recompensa.
Y si la acción de fumar produce placer, no es extraño que el deseo de repetir la experiencia surja una y otra vez; sin embargo, si al principio esta sensación de recompensa se obtenía con un cigarrillo, en las siguientes ocasiones se necesitarán dos o tres, y poco a poco se tendrá que ir incrementando el consumo, convirtiéndolo en una adicción. Los síntomas de la abstinencia pueden equipararse a los que presentan quienes consumen drogas como la cocaína o la heroína.
¿Un cerebro lleno de humo es capaz de vivir sin él? Aunque usted no lo crea es posible. Pero como toda adicción debe ser tratada por especialistas. Y aunque existen infinidad de consejos para hacerlo, la única verdad es que el primer paso es la aceptación, el segundo se divide entre sustitutos de nicotina, terapias específicas y sistemas de recompensa, y el tercero es amarse un poco y entender que la vida es mucho más allá que solo humo en el cerebro.