La negación y temor ante el manejo del tiempo.
En nuestro día a día, el “ocio” tiene una connotación negativa, pues se le relaciona con el pecado capital de la pereza, causante de todo vicio. No obstante, es mucho más que solo “perder el tiempo” y aquí te lo contaré.
Según Manuel Cuenca Cabeza (2000), el ocio es una experiencia gratuita, necesaria y enriquecedora de la naturaleza humana. Forma parte de nuestra manera de ser y es el vehículo perfecto para descubrir nuestra personalidad, ya que, en la aparente “inactividad”, fomenta y tiene que ver con la autopercepción y contemplación del ser humano.
En el pasado, era considerado el tiempo residual que era inútil e incluso se consideraba un lujo. Después, se instauró la creencia de que era el descanso que se da como premio al trabajador, pero la realidad es que ejercerlo potencializa las probabilidades de permitir que la mente se desconecte de su realidad tal y como la contemplamos para que emerja la creatividad, que es la fuente de todo lo que conocemos: arte, tradiciones, lenguaje, etc.
Ahora bien, es necesario hacer una distinción: el ocio no es lo mismo que el tiempo libre. El primero es el uso de tiempo para el entretenimiento y la recreación (ir al cine, leer un libro), el segundo es el espacio temporal que uno puede decidir usar en cualquier actividad no necesariamente de entretenimiento ni recreación (aprender un idioma nuevo o hacer ejercicio).
Resulta todavía más importante aclarar también que el lapso para realizar acciones vitales como descansar, comer, dormir, etc., no forman parte del ocio, ni del tiempo libre, sino que es en sí mismo otra categoría que debe estar en nuestra rutina diaria.
Uno no llega al fin de semana para descansar, esto es una necesidad de todos los días que hay que atender como es debido. Por esta razón, hay que romper con las creencias que dictan que “no hacer nada” es incorrecto, pues con esos espacios estamos cumpliendo con nosotros mismos a vivir por el simple hecho de vivir, de descansar y de explorar los caminos infinitos de nuestra mente y alma.
Si las condiciones de vida son tan duras que una persona siempre tiene que estar centrada en la supervivencia, hay pocas posibilidades de que surjan nuevas ideas y, por ende, viva en un estancamiento.
Disponer de espacios para el ocio, es una de las condiciones fundamentales de una buena vida. Cuando no se tiene la libertad de elegir cómo disponer del tiempo, esa persona se convierte en un esclavo y la vida pierde valor. Por esta razón, muchas personas encuentran traumática la jubilación porque no saben qué harán con toda esa “inactividad”.
En conclusión, las tensiones de la población en su relación con el tiempo traen consigo ciclos de vida ajetreados que no permiten introducir dinamismo en el día a día, afectando nuestro bienestar. El ocio ideal será aquel que brinde satisfacción personal, armonía, equilibrio, creatividad y capacidad de elección, pero el gran reto es saber si seremos capaces de hacer realidad este concepto idóneo en una sociedad que exige solo actividades redituables por temor a la insignificancia e incertidumbre del autodescubrimiento.