El cine, en sí mismo, es un evento. Uno de los más grandes desde inicios del siglo pasado. Importantes festivales a nivel global congregan a miles de personas en torno a la fascinación que genera entre quienes lo amamos.

Hoy, en estos tiempos de pandemia, los eventos masivos son algo que pareciera ser de otras épocas lejanas a la nuestra. Las grandes aglomeraciones no son ya posibles, al menos en un plazo inmediato. Es entonces el cine, una gran ventana que nos asoma a grandes eventos en la historia moderna y contemporánea.

En 1969 el conflicto en Vietnam caía en una vertiginosa espiral sin salida que hacía explotar movimientos anti bélicos a lo largo de todo el mundo. Las luchas por los derechos civiles se agudizaban y la juventud de aquel entonces hallaba en el rock el sonido que daba voz a sus necesidades de expresarse, de gritar.

Durante tres días de agosto de aquel año y con cerca de medio millón de

asistentes, el Festival de Música y Arte de Woodstock se consagró en la historia como el más importante de todos los tiempos. El evento quedaría documentado elocuentemente para la posteridad en el documental dirigido por Michael Wadleigh, Woodstock: 3 Days of Peace & Music.

Y es, indudablemente, gracias al cine que generaciones posteriores podemos revivir momentos de la historia tan significativos como tal, permitiendo a las nuevas audiencias lecturas diversas y revalorizaciones tanto de la pieza fílmica como de los eventos históricos.

Gracias a las formas audiovisuales y a los medios de comunicación y las plataformas digitales, que hoy, en estos días convulsos, un evento masivo sea tan personal y tan íntimo como nuestra pantalla de bolsillo, con la capacidad de seguir perdurando en el tiempo y llegar a rincones en los que el evento físico no podría jamás. Ya el cine futuro se encargará de narrar, como una historia del pasado, los grandes eventos que hoy vivimos.

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