Una nueva ola de cine japonés

Para muchos, la rutina es parte fundamental de nuestras vidas. La estructura que conforma gran parte de nuestras realidades y que constituye en gran medida la forma en que nuestro día a día se desarrolla.

Esto en el cine podría resultar poco atractivo, ya que suele pensarse en el séptimo arte como un escape de la aparente diaria monotonía. Pero en los últimos años, el gendai-geki, género cinematográfico japonés centrado en la vida cotidiana contemporánea, ha allanado la industria para otorgarnos títulos memorables, hurgando en la belleza de lo común, que muchas veces consideramos intrascendente.

Shoplifters o “Un asunto de familia” de Hirokazu Koreeda, es una de esas joyas de bajo perfil que suelen traspapelarse con el paso del tiempo, pero que resultan profundamente refrescantes cuando se revisitan o se ven por primera vez. Una historia sobre el significado real de lo que es la familia y las dificultades de sobrellevar las carencias e implicaciones de vivir en una urbe tan grande como Tokio. Una auténtica gema nipona.

Hace tiempo descubrí que las matrioskas, muñecas tradicionales rusas que guardan más muñecas en su interior, provienen de Japón. Y esto hace sentido cuando uno ve con atención relatos como Drive My Car de Ryūsuke Hamaguchi.

Esta cinta, galardonada en múltiples ocasiones, guarda historias en cada uno de los detalles de su desarrollo. Narrándonos lo que parecería un drama lento sobre el duelo de un hombre al perder a su esposa, su desarrollo para aceptar una enfermedad visual que lo limita, y la introducción de un personaje femenino que lo asistirá por esta causa.

Una película poética al nivel del haiku más bello. Las historias que se van construyendo como rompecabezas y que nos revelan poco a poco su entramado siempre me han llamado la atención. Pienso que es una analogía de la realidad, ya que nadie tiene un guion prescrito de vida.

Es por eso que Monster, también del fabuloso Hirokazu Koreeda, nos lleva paso a paso a descubrir el entramado que se teje entre los dos niños protagonistas, dejándonos ver que la infancia puede ser también uno de los momentos más complejos y poco comprendidos en nuestras vidas.

Los realizadores japoneses han sabido ver la belleza de lo simple y lo cotidiano, apaciguando el flujo turbulento que el cine norteamericano nos ofrece. Volteemos nuestra mirada más allá de los océanos que nos separan y descubramos la belleza que el cine nipón nos ofrece.