La mercadotecnia y sus estrategias han sido parte del crecimento exponencial del cine desde sus inicios.

Conforme la industria fue creciendo salvajemente en la década de 1920, el establecimiento del fenómeno Hollywood y su sistema de estrellas, las salas cinematográficas se convirtieron en templos que atraían a grandes masas a la adoración de los nuevos dioses del celuloide.

Rafael Linares, en su libro Marketing Cinematográfico, señala que “el marketing es indispensable como estrategia que acompaña la producción cinematográfica en toda la cadena de generación de valor de la película, desde la generación de la ideas, la producción hasta el proceso de distribución en la diferentes ventanas, involucrando a diversos actores en cada una de las fases”.

Es decir, desde el momento de concepción de un proyecto cinematográfico, está ya comprendida la inherente necesidad de la estrategia publicitaria.

Y el cine, desde entonces, al haberse convertido en un medio en sí mismo tan masivo, fue de igual manera consolidándose como un brazo más de la industria publicitaria para lanzar contenidos a millones de personas alrededor del globo.

La publicidad masiva encontró en el cine el medio perfecto para difundir de manera efectiva mensajes y persuadir a las grandes audiencias, incluso con fines más allá del consumo, sino también persiguiendo objetivos políticos e ideológicos.

Por los años 30 del siglo pasado, el mundo ya comenzaba a convulsionarse entre poderes hegemónicos que en parte legitimaron su poder gracias a la fuerza del cine de propaganda. Los gobiernos perpetuaron y ensalzaron sus valores ennardeciendo corazones en el llamado a la Segunda Guerra Mundial.

Es justo el engranaje mercadológico en la industria del cine el que sigue moviendo a millones de espectadores de un espectáculo a veces artísticamente vacío, nunca falto de explosiones y efectos visuales. Y conforme se transforman los medios y sus audiencias, lo hacen de igual manera las películas y sus plataformas. El cine de las grandes franquicias del entretenimiento, sin duda, ha dado mayor poder a la forma sobre el fondo.

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