Siempre he pensado que la moda y el cine comparten similitudes refiriéndonos a la diversidad y a la oferta que presentan. Y a pesar de que existen clasificaciones para el vestido y las películas; uno siempre puede elegir lo que más le gusta y disfrutarlo con plenitud sin pensar en estas etiquetas.
Por esa razón, el término “cine de arte” me resulta una manera muy triste para describir una película. Honestamente no sabría cómo interpretar dicha descripción; tampoco explicar con claridad lo que esto significa. Podría interpretarlo como una obra donde el director ha tenido libertad creativa para plasmar su visión de la historia. Y eso, a mi parecer, es algo emocionante e interesante. Considero que el arte reside en el proceso y el esfuerzo que involucra la expresión artística por más coloquial que sea, por lo tanto, comentaré algunas obras que, desde mi perspectiva, muestran lo que el cine puede llegar a provocar como arte.
Una película que sin titubeos diría me ha trastocado profundamente es Retrato de una mujer en llamas (2019). La delicadeza para contar una historia de amor tan compleja e íntima como la narrada es una proeza que su directora, Céline Sciamma, lleva a cabo con un cuidado y cariño muy profundo.
La amistad es pilar en las relaciones humanas, y en sus dinámicas podemos encontrar un amplio espectro; desde amenas y sencillas, hasta tortuosas y angustiantes. Esto se ve reflejado en la obra Los espíritus de la isla (2022), que explora la relación de dos amigos, exponiéndonos el absurdo al que puede llegarse para romper o conservar dicho lazo.
Con interpretaciones envidiables y una bellísima fotografía, Los espíritus de la isla nos transporta a un tiempo y escenario donde la vida, a pesar de su sencillez, presentaba grandes conflictos.
La aparente austeridad de una obra, en ocasiones, no es señal de ausencia de maestría, sino lo opuesto. Es por eso que, en El sabor de las cerezas, Abbas Kiarostami nos otorga una catedra de poesía audiovisual; tocando temas tan complejos como la religión, la decisión de terminar con la vida propia y la belleza y sentido de la misma en lo más sencillo. El cine es arte per se, no requiere redundancias. Disfrutémosle, sin prejuicios.