Desde sus primeras semanas, el 2020 se convirtió en un año como pocos teníamos imaginado. El cine ahora es un espectáculo cada vez más personal, de pequeñas pantallas, que aunque se busquen las formas de regresar a la experiencia colectiva de la sala de proyección, las palomitas y el haz de luz atravesando la oscuridad sobre las butacas, nuestra forma de verlo, de acercarnos a él se ha modificado para siempre.

Desde sus primeras semanas, el 2020 se convirtió en un año como pocos teníamos imaginado. El cine ahora es un espectáculo cada vez más personal, de pequeñas pantallas, que aunque se busquen las formas de regresar a la experiencia colectiva de la sala de proyección, las palomitas y el haz de luz atravesando la oscuridad sobre las butacas, nuestra forma de verlo, de acercarnos a él se ha modificado para siempre.

Más allá de la pandemia, las nuevas generaciones se rinden a la nueva hegemonía de las plataformas de streaming, del cine inmediato, ligero, portátil y de fácil consumo. Esto por un lado puede implicar la proliferación de películas baratas (no por sus costes de producción, sino por su contenido, que paradójicamente muchas veces son las más costosas).

También ha significado la aparición de nuevas formas de resistencia frente a los embates de la industria cinematográfica de consumo masivo, haciendo  incluso resonar los ecos de aquellas voces surgidas en Francia a fines de los

50’s en aquel revolucionario movimiento de la Nueva Ola, o de la consumación de las voces que forjaron la visión de un cine independiente.

El surgimiento de las plataformas de video ha llevado la posibilidad de hacer cine, y muy sobre todo, de mostrarlo, a muchísimos talentos emergentes armados muchas veces tan solo con la cámara de un teléfono celular y una impresionante capacidad creativa. El 2020, si bien detuvo toda una maquinaria bruscamente con freno de mano, hizo voltear incluso a cineastas consagrados, a lo más básico y esencial de la creación cinematográfica y a la reexperimentación con el propio medio.

Un punto alto de este planteamiento del cine en confinamiento fue sin duda la serie de cortometrajes de Netflix “Hecho en casa”, que es en sí una aria

coral que canta sobre la creatividad saliendo a flote en el encierro, del cine y los medios audiovisuales como la válvula de escape definitiva de nuestra generación, tanto para quienes crean, como para quienes vemos.

Esto nos recuerda una vez más, de cara frente a la adversidad, que el cine es esa gran ventana que nos permite tomar aire y asomarnos a otros mundos que sólo ahí pueden ser posibles, en la pantalla.

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