Por Elizabeth Reyes
La noche estrellada de Vincent van Gogh, una de sus obras más representativas y cotizadas, fue pintada durante su reclutamiento en el Hospital Psiquiátrico de Saint Paul-de-Mausole en Saint-Rémy-de-Provence, en Francia, después de una histórica discusión con Paul Gauguin que terminó en una autolesión en la oreja.
Van Gogh padecía angustia, terror y alucinaciones con accesos de ira muy intensos, pero en su época más “enferma” se refugió en la pintura: en dos meses pintó setenta cuadros. Una severa depresión y supuesta bipolaridad le llevó a internarse en los últimos años de su vida en hospitales psiquiátricos. Ahora diríamos que sufría de una ansiedad severa. Sí, la ansiedad, el mal de nuestros tiempos.
¿Por qué refugiarse en la pintura o en el arte para sobrevivir? Definitivamente no podemos esperar a internarnos en un hospital o sufrir una enfermedad para desarrollar habilidades de muestren nuestras emociones. En muchos sentidos, el arte previene, apoya y anticipa muchos males mentales y físicos, básicamente porque las manifestaciones artísticas y culturales son el reflejo de nuestro sentido fundamental de la existencia: la emoción.
Podríamos poner muchos ejemplos, pero basta con que observes una pintura o escuchemos una pieza de música para que sus sentidos se modifiquen hacia estados emocionales que contribuyan a su bienestar. Imagínate si desarrollamos una habilidad en el arte, seguramente tendríamos más galerías y teatros que hospitales.