Una reflexión personal
No tuve la fortuna de que mi padre conociera ninguna de mis obras, sin embargo, estoy seguro que desde el cielo me sigue guiando y está muy orgulloso de la persona que dejó aquí en la tierra. Eso me motiva a seguir haciendo lo que me gusta y que es mi vocación: la arquitectura.
Los trazos de esos planos que enmarcaron el proyecto que meses después darían forma al proyecto de mi casa, junto con la pasión que descubrí al comenzar a dibujar a los siete años, fueron el pretexto perfecto para transformar mi manera de percibir el espacio. Desde entonces entendí la arquitectura como una experiencia en cuatro dimensiones: largo, ancho, alto y, sobre todo, la humana, que da sentido a todo diseño.
El espacio habitado por la persona debe ser siempre el centro de toda creación arquitectónica. Para mí, esa convicción se ha convertido en la coincidencia más hermosa que me ha acompañado a lo largo de mi vida profesional. Cada proyecto reafirma que la arquitectura no responde solamente a necesidades funcionales, también lo hace a vínculos emocionales.
A mis 10 años tuve el primer contacto con uno de los espacios más bellos que mi mente recuerda: la capilla del antiguo Instituto LUX diseñada por el arquitecto Carlos Flores Montúfar. La manera de cómo logró que la luz natural bañara parte del altar representado por una piedra monumental y la combinación de colores en todos sus espacios y formas me dejaron con la boca abierta de asombro.
Sin pasión no existe nada. La pasión por lo que hacemos no puede ocultarse y se convierte en la fuerza que ilumina el camino hacia el éxito, guiándonos por senderos insospechados. Es esa energía interior la que da sentido a cada paso en el universo de posibilidades de alguien que se atreve a soñar en grande.
Y no es fácil. El éxito está rodeado de obstáculos representados en retos y nuevas oportunidades disfrazadas de imposibles y esfuerzos que parecieron no tener sentido. No he dicho que ya llegué a la meta, porque creo que esto apenas comienza y me siento más fuerte. Esta reflexión la dedico a todos aquellos que se encuentran dando forma a sus sueños y, por supuesto, a mi padre.