¿Cuánto tiempo hemos pasado frente a una pantalla? Desde su creación, los medios audiovisuales han congregado a grandes multitudes en torno a ellas y a su espectáculo.

Desde los primeros nickelodeons, pequeños teatros adaptados para proyectar películas en los inicios del siglo XX, hasta las grandes salas que fueron apareciendo con el paso de los años y la rapidísima evolución de los medios audiovisuales, llegando al punto en que la pantalla dejó de ser un lugar al que la gente iba, sino que la pantalla llegó a donde las personas y sus intimidades: la televisión inundó las salas de la población global.

Al aparato se le confirió un enorme poder en el control de las dinámicas familiares, y a su vez, más allá del entretenimiento, se le dotó de cierta cualidad formativa. No debemos desestimar la gran función educativa que ha tenido la televisión sobre sus audiencias. El cine y la televisión han contribuido a dibujar claramente escenarios geográficos lejanos a sectores de la población que tal vez nunca tendrán la oportunidad de salir de sus entornos.

El mundo previo a la Segunda Guerra Mundial dejó claro que el cine no sólo era un medio para entretener, era también un arma poderosa con el poder de adoctrinar. La película El Triunfo de la Voluntad (Riefenstahl, 1934) mostró a un partido nazi fuerte bajo el mando del Führer, marchando a la victoria, capaz de sacar a su pueblo de la vergüenza dejada por la derrota pasada y llevarlo a la gloria que como raza tenía destinada. El resultado sobre sus públicos fue abrumador.

El objetivo se había logrado: gracias a aquella verdad presentada en las grandes pantallas, la sociedad-espectadora seguía a su líder y sus principios con gran fervor. Aunque con el paso del tiempo podemos asegurar que el mundo y sus audiencias han cambiado, que ha evolucionado, el cine y los medios audiovisuales siguen teniendo un papel indiscutible en cuanto a su poder formativo.

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