Pruebas de amor en tiempos de guerra. Entre ruinas bélicas, florece una tragedia íntima y cruel.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el mundo estaba consumido por las diversas posiciones políticas. Por un lado, las potencias del Eje conformado por Alemania, Italia y Japón; por el otro, los Aliados, entre los que se encontraban Reino Unido, Francia, Estados Unidos, la Unión Soviética y China, por mencionar algunos.
En este contexto trágico y lleno de incertidumbre, surgió una de las películas que, a mi parecer, han sido de las más importantes del director Robert Bresson: Les Dames du Bois de Boulogne. Si bien no es la favorita de sus fans, el entorno político y social en el que se desarrolló marcó un hito, debido a todos los desafíos que implicó.
La influencia del cine en movimientos políticos siempre ha existido, pues es un medio en el que los ideales llegan a las personas por medio de narrativas heroicas. Este filme fue el caso contrario a lo que se quería contar en medio de la guerra, porque, aunque quizás el plan del director no era contar una historia de amor, sirvió para que la atención de todo el desastre que se vivía en Francia se olvidara por lo menos una hora y treinta minutos.
Las filmaciones de la película tuvieron lugar en el año 1944 en cuartos completamente cerrados y controlados, algo a lo que el director no estaba acostumbrado, ya que prefería los espacios abiertos, pero no podía arriesgarse a que algo sucediera durante la grabación.
El drama, un género nuevo para Bresson, explora a Hélène y Jean, dos amantes que se prometen amor hasta el final de sus días o, al menos, ella así lo creía. Me recuerda a las relaciones actuales, en las que se puede experimentar con otras personas sin tener exclusividad.
Jean termina confesándole a Hélène que solo la quiere como amiga, lo que provoca en ella una sed de venganza. Así que le presenta a una de sus amigas, Agnès, quien, por necesidad trabaja como bailarina de cabaret a la par de prostituta. Hélène logra su cometido al ver cómo se enamoran y terminan juntos, claro, él sin saber del pasado de Agnès.