Las enfermedades más raras de la historia médica

La medicina ha sido, desde sus orígenes, una mezcla de ciencia, arte… y misterio. A lo largo de la historia, se han documentado enfermedades tan extrañas que parecen salidas de un guion de ciencia ficción. Estas condiciones, algunas casi míticas, nos recuerdan que el cuerpo humano sigue siendo, en muchos sentidos, un acertijo.

El síndrome del hombre árbol, causado por una mutación del VPH, provoca el crecimiento de verrugas gigantes en forma de cortezas. Dede Koswara, en Indonesia, fue conocido mundialmente por tener manos que parecían ramas. Si los elfos de Tolkien hubieran estudiado dermatología, sabrían exactamente de qué hablamos.

Otro clásico del desconcierto: el síndrome de Cotard, o “del cadáver viviente”. Quienes lo padecen están convencidos de que han muerto, que sus órganos han desaparecido o que son inmortales. Es el existencialismo llevado al extremo patológico: “Pienso, luego ya no existo”.

En las montañas de Kentucky, la familia Fugate saltó a la fama por su methemoglobinemia, una condición genética que vuelve la sangre azul oscuro. Nada de magia, solo una enzima defectuosa.

Dede Koswara, el "Hombre árbol"

Y luego está el extraño caso de la risa letal de Tanganyika, en 1962. Lo que comenzó como un simple ataque de risa en una escuela de Tanzania, se convirtió en una epidemia colectiva que afectó a más de mil personas y duró… ¡meses! Sin patógeno ni causa física evidente, fue clasificado como histeria masiva. Freud, ¿nos ayudas?

El síndrome de Cotard, o “del cadáver viviente”.

Pero si hablamos de rarezas con efecto cinematográfico, no podemos dejar fuera el síndrome de la mano ajena. En esta extraña condición neurológica, una de las manos del paciente actúa por su cuenta, como si tuviera voluntad propia.

Quienes padecen urticaria acuagénica (alergia al agua) pueden bañarse… pero sufren reacciones alérgicas dolorosas con cada gota. Imagina tener que elegir entre oler bien o sobrevivir. Un dilema moderno.

Cerramos con la hipertricosis congénita, conocida como el síndrome del hombre lobo. Vello facial y corporal extremo desde el nacimiento. En la Edad Media, quienes lo padecían terminaban en circos o en cuentos de terror. Hoy, simplemente nos recuerdan que el ADN tiene sentido del humor.

Estas enfermedades no solo son fascinantes: son una oda a lo improbable. Nos enseñan que aún queda mucho por entender, y que el cuerpo humano, con todos sus errores de ortografía genética, es el mejor escritor de realismo mágico que existe.

Síndrome del hombre lobo