Por Meche Gómez
Un arquitecto no solo vende un diseño, vende una imagen. Cuando eres un arquitecto y te encuentras con un cliente y estás bien vestido, el cliente se adapta y confía en ti más rápido porque estás proyectando una imagen de credibilidad y confianza.
Cada detalle que cuidas de tu apariencia personal, hace pensar que también cuidarás cada detalle del proyecto que vas a construir o diseñar, ¿cómo garantizar que el proyecto será estético si el que lo presenta no lo aplica en sí mismo?
Un arquitecto tiene la obligación de mostrar que en su vestimenta y arreglo personal aplica los principios del diseño que tienen que ver con las formas, la proporción, la simetría, la belleza.
Grandes arquitectos contemporáneos como Norman Foster o Zaha Hadid trascendieron al tiempo y sus proyectos arquitectónicos se convirtieron en los más cotizados del mundo, cuando su presencia física no es particularmente agraciada, y es que la imagen personal nada tiene que ver con la belleza.
Zaha Hadid fue llamada una arquistar: una trayectoria sobresaliente y una marca personal muy poderosa, porque al impregnar un estilo irreverente en sus diseños y en la esfera personal, creó una marca que la identificó en todo el mundo como la mujer más sobresaliente de la arquitectura contemporánea.
Un arquistar es un explicador de sus ideas, logra que sus pensamientos sean proyectados a sus interlocutores, se adapta al lenguaje del cliente, pero también lo escucha, empatiza con él y establece una relación que se mantenga hasta mucho más allá del proyecto terminado.
Imagen, talento y actitud son los elementos para convertirte en un arquistar. Busca en tu vestimenta elementos que te distingan, prepárate cada día para este mundo global y pórtalos con seguridad.