No es meramente cuestión generacional que la percepción del mundo ha cambiado a lo largo de los años. Existe una serie de factores que han influido para que suceda. Pero, así como nuestras prioridades, intereses, y formas de socializar han ido cambiando, también los problemas de salud lo han hecho. Y es que, en un mundo adicto a la velocidad, la vivencia de las experiencias pierde valor, más no sentido.
De acuerdo con recientes investigaciones, la generación nacida entre 1981 y 1994 (conocidos como millennials) tienen una salud 11% más deficiente que sus antecesores y su declive comienza a una temprana edad. Con tan solo 27 años, a diferencia de generaciones que sobrevivieron a la peste, a la guerra y la falta de agua potable.
Problemas como la ansiedad, depresión, adicciones, hiperactividad, hipertensión, hipercolesterolemia, colitis ulcerosa, enfermedad de Crohn, psicosis, diabetes tipo 2, son solo algunas de las muchas patologías cuyos reportes han ido in crescendo.
Pero la pregunta es: ¿por qué?
Si por algo se caracterizan los millennials es por haber crecido a la par de la tecnología. El abuso de las pantallas se relaciona con problemas cardiovasculares, sedentarismo, obesidad, soledad y tristeza.
Las redes sociales están relacionadas con la insatisfacción comparativa, pero por si no fuera suficiente, en esta generación han surgido trastornos propios como: nomofobia, phubbing, síndrome de batería baja, miedo a la exclusión digital, tecnoferencia y tecnoestrés.
Otro factor importante ocurrió después de las crisis económicas en varios países, lo que ocasionó una dificultad para mantener un trabajo estable y conciliar la doble jornada con el tiempo familiar. Desde el 2013 los diagnósticos de depresión aumentaron 47%, convirtiendo el suicidio en la segunda causa de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años.
¿Hacia dónde vamos? La generación alfa, donde no se compran los mantras capitalistas de que si estudias o trabajas es garantía de que te irá bien, enfoca su atención a la importancia social y del medio ambiente y aunque la tecnología avanza más rápido que la humanización, hay esperanza de que el enfoque a los trastornos mentales nos haga cambiar paradigmas y prevenir las graves consecuencias de su inestabilidad.
Bajo este enfoque de esperanza, nuestra tarea es: “vivir más la realidad, por un mundo mentalmente más sano y estable”.