Hablar de autoestima parece un tema sencillo, pero la realidad dista de aquello que, por conceptos previamente adquiridos, podamos concebir como autoestima.

Quizá no importe su definición, mientras lleguemos a distinguirla de lo que popularmente se conoce como ego. Lo segundo es una valoración excesiva de uno mismo. Hablar de autoestima implica una integración de conceptos que vamos construyendo a lo largo de la vida.

Tener buena autoestima no solamente mejora la confianza en ti mismo, y por ende te protege contra el estrés y los estados depresivos, sino que te ayuda a perdonar, comenzando por ti mismo, a la vez que te impulsa a alcanzar tus metas potenciando tus capacidades y te permite estar más sano al cuidar de tu alimentación y tu estilo de vida.

Pero, ¿de qué manera puedes mejorarla? Para ello primero debemos entender que la conforman cuatro elementos:

Autoconcepción

Es aquello que creo de mi yo interior, es decir, aquello que siento sobre mí. Cabe resaltar que gran parte de esta concepción se forma en los primeros años de nuestra vida.

Autopercepción

Es nuestra percepción física y suele estar relacionada a modelos sociales. Cuando ponemos nuestro físico a disposición de una perspectiva de modas, solemos correr peligro, por lo que la percepción física debe verse fortalecida con el gusto hacia nuestro propio cuerpo y no distraerse por aquellos cuerpos que suelen mostrar las redes sociales como “perfectos”. Recordemos que incluso las modas son cuestión de tiempo.

Autogestión

Es la capacidad de consentirme, es decir, el tiempo real que dedicamos a nosotros mismos. No solamente para cuidar nuestra salud física, sino mental. Encontrar el equilibrio entre el tiempo que dedicamos al trabajo, escuela, familia, con aquel que dedicamos a leer un libro que nos causa placer, tomar una caminata o sencillamente hacer algo que disfrutamos nosotros mismos, no por complacer a los demás.

Autoeficiencia

Son las metas que me propongo, acorde a la capacidad de la que me considero idóneo, es decir, cuando confío en mí, me propongo metas altas porque me considero lo suficientemente competente para alcanzarlas.

Dicho esto, recuerda: la perfección es enemiga de la felicidad, piensa siempre en positivo, ponte metas realistas, no te compares, acéptate, perdónate, trátate con cariño y respeto siempre, regálate tiempo y cada noche, antes de acostarte piensa en lo bueno que te ha traído el día.

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