La necesidad de densificar las ciudades a través de edificios es la opción, sin embargo, debemos tomar en cuenta diversos factores, como el aislamiento social, la individualización sin la cercanía solidaria con la comunidad y la gentrificación como la apuesta de revitalizar los barrios empobrecidos.

Los arquitectos Jan Gehl y David Sim proponen una alternativa de construir una comunidad “suave” a través de ciudades suaves, pues ante la dureza de soportar la vida cotidiana en ciudades congestionadas e inseguras, un cambio de estilo a la amabilidad de densificar las ciudades a una escala humana, nos ayuda a centrarnos en un mundo compartido, solidario, compasivo y cercano a todos.

Los edificios verticales que ellos proponen no rebasan los cinco pisos de altura y tienen un gran patio central interno que permite la convivencia permanente de niños que acortan sus distancias generacionales con los abuelos, un lugar de paz y tranquilidad alejado del ajetreo que imponen las grandes metrópolis y es ahí, donde inicia el espacio seguro.

Un espacio conectado a banquetas grandes y arboladas, donde los automóviles se detienen para dar paso a los peatones y que permitan tener los comercios, servicios educativos y médicos, a menos de tres minutos, promoviendo además una ciudad suave para ser transitada por niños y abuelos.

Para ellos, el desarrollo de edificios verticales lleva de la mano servicios complementarios y patios públicos creando un “estado mental” en una “atmósfera permanente de juego y vacación” sin ruido y segura.

El énfasis no está en la arquitectura inteligente, sino en espacios que entre ellos permitan el correcto asoleamiento, la ventilación cruzada y el uso de terrazas, balcones, pérgolas con vegetación, avenidas caminables y arboladas y el patio como el corazón que protege, da intimidad y promueve el cuidado entre sus habitantes.

La densificación a través de edificios verticales y sus servicios agrupados en un solo lugar, a distancias muy cortas, ayudan a tener tiempo libre para el diálogo intenso, profundo y solidario, además de que permite el juego, el caminar, moverse, ejercitarse, ayudarse, convivir, protegerse.

Eso termina con la ciudad hostil por una “ciudad suave”, en una vida cotidiana armónica para hacer cosas juntos en ayuda de todos, “todos para uno y uno para todos”, comprendiendo el profundo valor de vecindad y el conocimiento completo de la naturaleza.

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