Compliance es un término anglosajón y, hasta hace un par de años, exclusivo de sectores especializados en finanzas. La aplicación de esta herramienta nace a partir de la necesidad de resolver y prevenir de manera estructurada y ética la mayor cantidad de problemas y situaciones que pudieran poner en riesgo los objetivos y metas de la organización.

La forma palpable para implementarlo es el estableciendo un código de conducta. Este debe establecer la visión de un único líder, las metas y los valores deben ser conocidos y adoptados por todas las figuras que colaboran en la organización. Su aplicación debe ser bilateral, ya que tienen la misma importancia las relaciones con clientes y proveedores, que las relaciones entre líderes y equipos de trabajo.

El establecimiento de un código de compliance tendrá impacto directo en los resultados de la organización, ya que una de sus principales labores es solucionar y prevenir cualquier conflicto de intereses que pueda mermar los objetivos de la organización o la estabilidad de sus colaboradores.

Ya lo dice el dicho, “trata a los demás como quieras ser tratado”. Por ello es importante siempre recordar que no hay nada más básico que la comunicación dentro y fuera de la organización.

Un proceso adecuado de comunicación, aunado a un efectivo programa de entrenamiento constante ayudará a fortalecer y desarrollar la productividad de los colaboradores y, por consiguiente, los objetivos y metas de la empresa.

Las tasas de rotación de personal en México son altísimas, los gastos que se generan por malos reclutamientos y despidos son exorbitantes.

En un país en donde hacer empresa significa estar dispuesto a pagar un precio muy caro, vale la pena cambiar nuestra mentalidad y abrir nuestros horizontes al considerar la figura del compliance como una herramienta fundamental para el logro de las metas organizacionales y como la manera más viable de trabajar con base en la ética y la honestidad en todos los sectores económicos de nuestro país.

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