Desde hace tres años, soy parte de una comunidad lectora en donde se comparten los diferentes puntos de vista, reflexiones, sentimientos y emociones que genera en cada persona un libro. En septiembre se propuso un libro titulado Tan poca vida de la autora norteamericana Hanya Yanagihara. Mi primera reacción tras leer la sinopsis y ver la foto de portada fue de rechazo, pensé que era una versión masculina del programa Sex and the city. Estaba muy equivocada.
¿De qué trata Tan poca vida?
Hanya Yanagihara presenta esta novela de culto en donde nos narra a lo largo de cuatro décadas la vida y convivencia de cuatro amigos que viven en Nueva York. El cuidado de la autora en la narración de la historia, la construcción de los personajes, la fotografía de la portada y el título de la obra, dan como resultado uno de los libros más memorables y entrañables que he leído, convirtiéndose en uno de mis favoritos y el mejor que leí este año.
Tan poca vida provoca múltiples emociones en el lector, lo lleva a profundizar sobre la complejidad de la vida mientras viaja por la siempre misteriosa ciudad de Nueva York, su ambiente lleno de galerías, artistas, fiestas, obras de teatro y personas diversas en raza, religión, intereses y preferencia sexual.
Yanagihara maneja hábilmente el tiempo, convierte al lector en un testigo silencioso que ve por la ventana del pasado de los personajes, especialmente el de Jude, quien es el protagonista. Jude guarda un secreto y encuentra la manera de hacer visible aquello que lleva en su interior cortándose, es su escape y su adicción. Jude es un personaje enigmático, maravillosamente construido a partir del dolor colectivo. Sentí amor, compasión y empatía por él.
La amistad es una constante en la historia. Me gusta pensar que es un personaje invisible que se hace presente en todo momento, en este libro los amigos son mucho más que familia.
Tan poca vida es un libro que no deja indiferente, la historia seduce y envuelve, conforme avanzaba la lectura cada página me retaba a leer más y más, al final dejó en mí una sensación de ternura y nostalgia, esa misma que se siente cuando se despide a un gran amigo.
“¿No es la amistad en sí misma un milagro, encontrar a alguien que hace que este mundo solitario lo parezca menos?”