Las obras maestras de la arquitectura educativa en México parten de la tradición de valores arquitectónicos mexicanos en una historia “a contrapelo”, como expresa Walter Benjamin, si la modernidad es novedad y progreso, la arquitectura educativa sigue recuperando los elementos arquitectónicos del pasado.
Tal es el caso del patio prehispánico, ya sea cerrado o hundido; la terraza escalonada, el talud, los sistemas de pérgolas y una relación de balance y equilibrio entre la masividad jerárquica de sus volúmenes y el vacío de las dobles alturas y triples alturas que generan sus grandes vestíbulos.
Aunado a un riguroso programa arquitectónico situado ya en una didáctica crítica y en sistemas de aprendizaje donde el conocimiento se produce al mero estilo del filósofo Kant; para que se dé la producción de conocimiento, es indispensable comprender los límites humanos. “Las cosas no son lo que son, sino lo que somos”, de ahí la didáctica crítica reflejada en el diseño de las aulas, con ventilación cruzada y debates permanentes como lo vemos en la arquitectura mexicana educativa.
En nuestro país, contamos con las siguientes obras maestras:
El Colegio de México, cuya tendencia estilística es un escultismo brutalista que deja los encofrados de concreto expuestos, mostrando sus defectos de construcción para humanizar la arquitectura de los arquitectos Zabludovksy y González de León, con un terreno topográfico accidentado en el cerro del Ajusco.
El programa arquitectónico satisface las necesidades de investigación y docencia de los grandes intelectuales de México, además de las redes de conocimiento interdisciplinarias que se dan.
La estructura arquitectónica es una serie de terrazas escalonadas superpuestas en un esquema de patios con una forma trapezoidal; los espacios para coloquios, seminarios y conferencias de gran nivel conjuntamente con la biblioteca, orquestan el proyecto en planta baja y en los niveles restantes cubículos de investigadores y aulas coronan el edificio, jugando con dobles alturas al interior. Los patios coronados con grandes marcos con pérgolas, constituyen los vacíos que logran el balance y equilibrio con la masa.
En la Universidad de Monterrey hace presencia el gran arquitecto Tadao Ando, en el Centro Garza Sada, con una gran puerta retranqueada y plegada que establece conceptualmente el origen de la Creación. En el edificio se establece un gran pórtico a modo de arco triunfal de entrada a la universidad, dándole la fuerza simbólica de pertenencia.
La creatividad y libertad expresiva quedan patentes al revisar con cuidado las características del inmueble. En efecto, en el cuerpo geométrico ortogonal del edificio, el arquitecto cavó un amplio espacio inferior, para con ello afirmar la idea de pórtico.
A su vez Francisco Serrano Cacho desarrolla la Ibero Santa Fe, donde un gran patio en secuencias de ambientes delimitadas por escalinatas da unidad a un gran espacio comunitario en el que biblioteca, aulas, cafetería y aula magna, se integran conformando el espíritu jesuita de formar hombres y mujeres para los demás.
Y la UNAM, Patrimonio de la Humanidad, con un conjunto de grandes plazas tejidas con patios por facultad, donde el eje rector lo da la torre de rectoría del Arquitecto Pani, de 12 niveles, equilibrada con un basamento horizontal que conforma la sala de trámites escolares, acentuada por el mural de Siqueiros.
La Biblioteca Central de Juan O´Gorman, con capacidad para 1 millón de libros en 10 niveles, tiene un basamento elevado que separa el área de lectura. Los demás edificios del conjunto van integrando edificios “placa”, de plantas libres sobre columnas con esquemas de patios y plazas incorporados a los jardines a través de basamentos, plataformas, taludes y espejos de agua.
Todas ellas son grandes obras de una arquitectura educativa centrada en la calidad arquitectónica que repercute en la excelencia académica.