Hace pocos años, las banquetas de varias colonias céntricas de la Ciudad de México empezaron a llenarse de bicicletas y patines tipo scooter de empresas que presentaban un modelo de negocio innovador, de vehículos compartidos, que una gran cantidad de gente adoptó como alternativa de movilidad.

El problema fue que no había una reglamentación que regulara su uso y las prácticas de las empresas, misma que llegó después, limitando en cierta medida el crecimiento de estas iniciativas.

En su momento, lo mismo ocurrió con la generación de energía solar con paneles fotovoltaicos interconectados a la red, pues la tecnología estaba disponible mucho tiempo antes de que su uso se hiciera legal en el país, lo cual se dio hasta 2007, cuando en Europa ya se contaba con grandes parques fotovoltaicos y una enorme cantidad de tejados ya eran aprovechados para producir energía eléctrica.

Situaciones similares han ocurrido con varias aplicaciones, en concreto con las redes sociales y las empresas de streaming, que han empezado a operar y a generar servicios innovadores, que ya sobre la marcha han tenido que modificar su quehacer debido a que les llega alguna regulación, que no existía cuando salieron a la luz.

En el caso de las redes inteligentes de energía, la tecnología ya existe, y se ha empezado a implementar en diversas zonas de Europa, Asia y Norteamérica, y no tarda en llegar a México. Y surge la siguiente pregunta: ¿está nuestra legislación preparada para el uso de este tipo de tecnología en nuestro país?

Históricamente, hemos llegado tarde en la incorporación a nuestro quehacer de sistemas innovadores que limitan nuestra competitividad, así como la apertura de nuevas startups vinculadas a dichos sistemas. Generemos entonces las condiciones para que no nos dediquemos solamente a ver la vida y la tecnología pasar en otras latitudes.

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