Por Gabriel Sánchez Valdés | Director de la Escuela de Arquitectura, Arte y Diseño ITESM Campus León
A lo largo de la vida ha habido múltiples maneras de entender y vivir la arquitectura, pero la constante ha sido siempre la experiencia cada vez más profunda de esta; a partir de un conocimiento más pleno, complejo, pero también más intenso.
La conformación multidisciplinar que en la actualidad tenemos de la arquitectura, que va desde disciplinas como la filosofía, pasando por la psicogeografía o la biofabricación de materiales hasta llegar a la Inteligencia artificial aplicada a la domótica de los edificios o los avances estructurales de la ingeniería civil, todas ellas abonan al único objetivo que siempre se ha mantenido presente a través de su historia: la experiencia.
Trasladándonos hacia los inicios históricos de la arquitectura y las primeras fundaciones de las ciudades, nos daremos cuenta de que además de intentar resolver unas cuestiones de función y requerimientos elementales de la vida cotidiana, había un deseo de hacer comprensible y posible la vida en una dimensión más relacionada con un confort mental, psicológico, de existencia. Había ya un interés por configurar unas experiencias que cubrieran estas necesidades no utilitarias.
Actualmente, el cúmulo de conocimientos que poseemos para realizar una arquitectura con unos requerimientos más complejos, en el fondo también trabaja en esta misma dirección. Sobre todo entendiendo que la experiencia más plena de la arquitectura no se reduce al aspecto visual de esta, sino a la comprensión de que la experiencia arquitectónica involucra todos los sentidos corporales para percibir en consonancia y con la fuerza debida la totalidad, material, lumínica y espacial de la arquitectura y la ciudad.
Hoy en día, en nuestra contemporaneidad vertiginosa y desarraigante por su ritmo, es importante que la arquitectura insista en su capacidad evocadora de experiencias placenteras de la vida.
El creciente interés e importancia de la experiencia arquitectónica incluso ha hecho que algunos países nórdicos, recientemente, hayan incluido el diseño arquitectónico y objetual como una cuestión de salud pública. A diferencia todavía de otras sociedades donde aún son vistas las cuestiones ligadas a la experiencia y a la belleza como añadidos superficiales o incluso como lujo.
Pero no es posible seguir avanzando en esta visión que trae grandes beneficios a la sociedad si no hay una educación previa y dirigida de las nuevas generaciones, que haga entender las disciplinas de la arquitectura, el diseño y urbanismo como esencialmente experiencias proyectadas y programadas. Por eso, desde el Tec de Monterrey, y específicamente desde campus León hay un esfuerzo importante en esta dirección.
La formación de nuestros alumnos en estas disciplinas parte inicialmente en desarrollar en ellos la capacidad de mirar con asombro y el descubrimiento, lo cual fomenta el análisis y entendimiento, para a partir de ello ser capaces de generar, no ocurrencias, sino ideas innovadoras que puedan ser concretadas en su construcción o fabricación según sea el caso.
Para dar soporte a los alumnos, hemos buscado conformar durante el último año una plantilla docente selecta y de excelencia, integrando profesionales y profesores reconocidos internacionalmente. Por ejemplo, el caso de nuestro profesor de proyectos arquitectónicos Carles Enrich, arquitecto catalán, ganador en 2020 del Emerging Architecture Award que otorga la revista inglesa The Architectural Review y también nominado al premio de la Unión Europea, Mies Van der Rohe Architecture Award.
Por otro lado, las profesoras de la materia de vivienda vertical, las arquitectas de Cierto Estudio, despacho barcelonés, fueron ganadoras del concurso internacional para crear las nuevas supermanzanas en Barcelona.
Profesores de este nivel profesional y formación son quienes crean esta conciencia y este nivel de exigencia y calidad de arquitectura en campus León, para aportar de manera concreta a la mejora de la vida a través de la arquitectura, la ciudad y el territorio.