¡Estoy contagiado!

José Adalberto Galván Galindo

Entusiasmo, fuerza, energía. En este mes, ¿cuántos días despertaste con estas palabras en tu mente?, ¿cuántas personas te topaste con esa actitud?

Mientras daba un sorbo a mi taza de café, pensé en que solo tres días del último mes desperté con energía, entusiasmo y fuerza, y que en tres días me encontré con cuatro o cinco personas con la misma actitud.

Vivo contagiado por el cansancio, el agotamiento y el negativismo. Al darme cuenta, surgió inmediatamente otra pregunta: ¿por qué?

 

No se trata de aparentar ser feliz todos los días. Se trata de la actitud con la que decido enfrentarme a cada día.

Y tú, ¿qué contagias?

 

Les comparto mis conclusiones:

 

  • Me preocupo por cosas que están fuera de mi alcance. Si no están a mi alcance, ¿para qué me preocupo?, ¿qué si puedo hacer?, ¿en qué si me puedo ocupar?
  • Mis pensamientos están contaminados. ¿Con qué tipo de información estoy alimentando mi mente?, ¿qué puede revitalizar mis emociones?
  • “No tengo tiempo” para hacer lo que me apasiona. ¿En qué estoy gastando mi tiempo?, ¿cómo sí puedo tener tiempo?
  • Soy un virus contagiado, y que contagia. ¿soy portador de energía o de indiferencia a mi equipo, mi familia, mis amigos?, ¿quién me esta contagiando?
  • Vivo o subsisto. ¿Disfruto lo que hago?, ¿para qué hago lo que hago?, ¿vivo intensamente?, ¿cuál es mi razón de ser?
  • Necesito silencio. Vivo rodeado de ruidos que me aturden, me agotan. El silencio interno es un oasis en medio del desierto. Escucho tanto y a tantos, que me he olvidado de lo más importante: escucharme y escuchar a Dios en el silencio.

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