Hasta finales del 2019, era común ver a multitudes de personas llenando los museos por todo el mundo; Del Prado, Louvre, MOMA, Museo Jumex y todos alrededor del mundo estaban acostumbrados a las selfies, los tumultos y al ir y venir de millones de visitantes cada año.

A partir de marzo del 2020 y poco a poco, los museos fueron cerrando sus puertas, Las Meninas dejaron de sorprendernos, La Gioconda por fin se deshizo de tanto visitante y teléfono celular; a veces ya la visita era para la foto y no para disfrutar de Las Majas de Goya; Los Girasoles de Van Gogh o los Nenúfares de Monet. Eran obras de arte solo para el Facebook o Instagram.

Grandes museos y galerías han tenido que emigrar a las plataformas digitales, ofreciendo por ahora recorrer sus largas salas de exhibición en forma virtual; fotografiar una obra ya no es necesario, ahí se puede ver al detalle hasta la obra más consagrada; las “tienditas del museo” ofrecen sus artículos desde una app y solo hace falta una tarjeta de crédito para acceder a los placeres del arte desde tu computadora.

Desde luego una fotografía o un paseo virtual nunca sustituirán la experiencia de tener frente a frente el Calendario Azteca o la Venus de Milo; pero habrá que irse acostumbrando a que las multitudes en los pasillos del Rijk de Ámsterdam o los Museos Vaticanos ya no podrán ser posibles.

Creo que después de la pandemia apreciaremos más ver una obra de arte en vivo y con nuestros ojos y no a través de una pantalla celular o fotográfica. Apreciaremos la belleza del arte de otra manera.

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